Metida por repertorio y época en el cajón de sastre de las chicas ye yé, Mila supuso un intento de casar el españolismo vocal con toda su carga racial y los ritmos rompedores que proliferaban en los primeros 60. Quiso diseñarse a imagen y semejanza de las divas de la canción italiana de voz fuerte y presencia rotunda; sin embargo, ese proyecto fue adaptándose a las modas de cada momento y pronto quedó desdibujado. Dario Vico la define acertadamente como «moderna para todo«.
Elena Pallarés nació en Madrid en 1945 y desde los doce años ya andaba estudiando baile y canto en distintas academias capitalinas. Según va creciendo y actuando se hace con un nombre entre las aspirantes a estrellas, destacando por su buena voz, su simpatía en escena y por ese impenitente lunar en su mejilla izquierda. Es acompañada habitualmente por los mejores grupos madrileños, especialmente por Los Sonor con los que más tarde haría sus primeras grabaciones.
Ficha para Philips antes de cumplir los diecinueve años y es rebautizada ipso facto como Mila. Parece ser que ese nombre quería imitar de algún modo a la italiana Mina, la cantante brava que triunfaba en toda en Europa. “Papel Borrador / Qué Lindo Es / Hully Gully / Cuadrángulo de Amor” (Philips, 1964) es su primer EP. Un sonido vibrante al que contribuye no poco el acompañamiento de Los Sonor. Mila muestra una voz fresca y sin complejos que se acopla perfectamente a un acompañamiento típico de rock con la guitarra solista de Toni Martínez -después en Los Bravos– conduciendo las canciones con solvencia. En su momento fue considerado un tanto atrevido para una chica, que se metía a las primeras de cambio en el peligroso mundo de los conjuntos modernos, un mundillo casi exclusivo de los chicos.
Mila y Los Sonor pronto hacen su segundo redondo: “Decí Porque No Querés” (Philips, 1964). Aquí empiezan las concesiones a los temas de moda con una canción del emergente argentino Palito Ortega y el más famoso twist italiano, el siempre agradecido «Guarda come dándolo» de Edoardo Vianello. Las cuatro canciones siguen guardando la alegría desinhibida, aunque esta vez algo más forzada que en su disco de debut.
Los dos primeros discos se habían escuchado bastante por la radio, aunque las ventas no eran nada espectaculares. Philips decide prescindir de Los Sonor y normalizar las grabaciones. Es decir, ponerle detrás una orquesta ligera que es lo que se hacía habitualmente en este tipo de cantantes. Un tercer disco aparecerá con otro tema de Palito Ortega en la pista principal, “¡Qué Suerte!” (Philips, 1964), y supondría un cierto frenazo a su imagen de chica moderna. La cantante madrileña tiene el suficiente chorro de voz para competir en el mercado melódico, pero cabe preguntarse si era eso lo que convenía a su carrera. Desde entonces sería Frank Granada y su Orquesta los encargados de poner los instrumentos.
En 1965 triunfa un ritmo autóctono, el quando, popularizado por Los Quando’s. Philips tira de su chica para todo y le hace grabar cuatro temas de este sosote baile: “Mila Canta el Quando” (Philips, 1965). El resultado es una charranada oportunista de escaso recorrido y que intentó basar sus ventas en la novedad, pues la calidad brillaba por su ausencia. Una mezcolanza de matices mejicanos con trompeta de mariachi, nuevo ritmo y algún toque coplero de difícil conjunción e imposible salvación.
El quinto EP de la chica del lunar es una mezcla de versiones de diferentes procedencias. En “El Cacharrito” (Philips, 1965) conviven un tema infantil norteamericano, una canción bromista de Luis Aguilé, una canción de Gianni Morandi que servía para presentar un nuevo baile, el shake y uno de los más conocidos números de “Mary Poppins” (Robert Stevenson, 1964).
Para el siguiente disco, Mila intentaría regresar a sus inicios y se atreve a versionar en la pista principal un tema estrella de Los Brincos: “Mejor” (Philips, 1966). Este sería su disco más conocido y el más regalado -que no el más vendido-, gracias a su edición en la colección Disco Sorpresa del Brandy Fundador.
Pero, con copas o sin copas, la carrera de Mila estaba en las últimas y era una pena, pues su voz, su cuerpo y sus ganas hubieran merecido un puesto muy superior en el invisible escalafón de las voces femeninas de los 60. “Estréchame” (Philips, 1967) supondría su despedida del mundo discográfico y prácticamente de la música.
Mila fue un juguete roto prematuramente en manos de un sello que se ocupó poco o nada de su carrera y que no supo ver en ella el potencial de cantante pop que atesoraba y el tirón que pudo haber tenido entre los jóvenes más modernos de su época. Tras dos discos ciertamente prometedores con un gran conjunto detrás, se fue diluyendo en discos de serie B con acompañamientos anodinos.
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