Hacia 1970 los jóvenes cordobeses con inquietudes musicales se juntaban en la Plaza Séneca o en el patio de La Mezquita. De esas inacabables conversaciones surgen dos grupos de adolescentes, casi chiquillos, que se hacían llamar Retorno y Expresión. Amigos y rivales empiezan a actuar allá donde pueden dar rienda suelta a sus instintos artísticos, copiando malamente a Jimi Hendrix, que era el icono del momento. Casi una década después esos dos grupos de mozalbetes habían transformado sus denominaciones para convertirse en dos nombres básicos del rock nacional: Medina Azahara y Mezquita, no sin antes pasar un tiempo intentando infructuosamente abrirse camino en Madrid.
A la vuelta de la mili, allá por 1978, el grupo toma cuerpo y apuesta por su música: un rock fuerte pronunciado con acentos de guitarra andaluza y aliñado con finas especias arábigas. Por entonces sus componentes, que ya permanecerían fijos, son Randy López (bajo y cantante), José Rafael García (guitarra y segunda voz), Paco -Roscka- López (sintetizador y piano) y Rafael Zorrilla (batería). Ensayaban no lejos de la Mezquita, tal vez del ahí su nombre, en el barrio de Los Patios de San Francisco.
En 1979 el Mariscal Romero, con quien ya habían coincidido en su estancia madrileña, les ficha para su Chapa Discos, donde grabarán sus dos únicos larga duración. El propio productor indica en una entrevista por qué se fijó en este grupo: “Mezquita nos llenó a todos. Sus canciones tenían una fuerza nueva dentro de los grupos de rock andaluz. Mientras los demás explotaban el filón de las tonadillas, ellos recogían las raíces más arábigas y le daban un aire de vanguardia absoluta”.
Su primer LP: “Recuerdos de mi Tierra” (Chapa, 1979) es una de las obras imprescindibles del rock progresivo hispano. Contiene una serie de temas de calidad incuestionable, casando términos aparentemente tan dispares como el hard rock y la música arábigo-andaluza, todo ello sin caer en la típica y tópica copla y alejándose un buen trecho de Triana, grupo al que casi todos querían en ese momento parecerse. Los diálogos entre la guitarra española y la eléctrica que conversan animadamente en varios de sus temas son para enmarcar. Este disco les puso entre las grandes bandas del país y no les faltaron actuaciones, festivales, ventas y reconocimientos.
Tardarían dos años largos en sacar su segundo álbum: “Califas del Rock” (Chapa, 1981) y esto ya es harina de otro costal. Un anhelado LP que no estuvo a la altura de lo esperado y que no revalidó la gran acogida de su obra prima. Una especie de hard-rock de segunda división que no convenció demasiado, sobre todo porque el listón de su primer disco había quedado muy alto. Tampoco ayudó a su difusión el hecho de que la música de La Movida Madrileña incendiara el país por los cuatro costados justo en ese momento. Esta decepción, unida a la marcha de Randy Lopez a Medina Azahara, detonó al grupo, que aún dejó grabada la maqueta de un tercer disco que murió antes de nacer.
Hoy Mezquita es recordado por los amantes del género como uno de los mejores ejemplos del rock andaluz y aún se comenta en algunos foros de aficionados la tremenda diferencia de calidad entre sus dos trabajos. Todos coincidimos en algo: en su relativamente corta trayectoria bajo el nombre de Mezquita dejaron grabado uno de los tesoros de la música progresiva española.
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