Tres nombres, tres estilos y una sola voz. Esta frase podría definir la larga carrera discográfica de la asturiana Rosa María García Lobo, nacida en Boo, una pequeña localidad del concejo asturiano de Moreda.
La joven cantante Rosa Mar, más o menos influida por el imperante ye yé, había grabado dos EP como fruto de sendos triunfos en modestos festivales. En 1966 viaja a Madrid acompañada por su hermano y se enrola en la compañía de variedades de Antonio Machín. Todos alaban su magnífica voz, pero ningún sello importante parece interesarse por contratarla. Solo su férrea voluntad impide que abandone definitivamente la actividad musical
Finalmente, bien entrado 1968, RCA le ofrece la oportunidad de acudir al Festival de Benidorm con el tema “La tarde” compuesta por los incombustibles veteranos Portolés y Navarro. En esa edición Julio Iglesias acapara casi todos los premios, pero Maya, que estrena nuevo nombre, llega a la final y ocupa el segundo puesto. Fruto de aquel festival, aparece el single “La Tarde / Guitarra Dímelo Tú” (RCA, 1968) que tiene una buena acogida. Pero el tema que de verdad se escucha es el de la cara B, una composición de Atahualpa Yupanqui. Maya comienza ahí una carrera eminentemente folk convirtiéndose en una embajadora de la música hispanoamericana en general y la de Yupanqui en particular.
Pronto llegará un segundo sencillo “Por Amor / Canción Minera” (RCA, 1969) que le permitirá aparecer en varias ocasiones en la pequeña pantalla. Pero el espaldarazo y su trabajo más recordado vendrá girando a 33 revoluciones. Su LP “Maya Interpreta a Atahualpa Yupanqui” (RCA, 1969) pondrá dulzura a las descarnadas melodías y a las poesías reivindicativas del viejo cantor argentino. Yupanqui nunca había sonado así de bien. Eran tiempos de folk y canción protesta y Maya las conjugaba como nadie. Se metió tanto en la piel de los cantautores sudamericanos que muchos creyeron que también ella procedía de esas tierras. Canciones como “El arriero”, “Los ejes de mi carreta”, “Camino del indio” o “Piedra y camino” deben buena parte de su popularidad en nuestro país a este disco de Maya. Este LP tendrá continuidad con “Maya” (RCA, 1970) que navega entre las canciones de Hispanoamérica y los temas melódicos.
Tras dos años en blanco, cambia de aires discográficos, pero sigue prestando su voz a los cantautores en “Mis Amistades” (Hispavox, 1973) con canciones de Ariel Ramírez, Carlos Gardel y del asturiano Mauro Muñiz que compone junto a la propia cantante buena parte de los temas. No vende ni de lejos tanto como el anterior, pero sí conseguirá un modesto éxito con su canción “Pregúntale a las Estrellas” (Hispavox, 1974). Vuelve a los autores sudamericanos en “Maya” (Hispavox, 1976). Entre las canciones de este álbum brilla esa magnífica “Luna Llena Estival” (Hispavox, 1976) que funcionaría bien en el mercado de sencillos. Pero en él también hay que fijarse en canciones como el clásico colombiano “Señora María Rosa”, “Guitarrero viejo” de Alfredo ZItarrosa o “Resolana” de Luciano Pereyra.
Sus dos últimos sencillos bajo el nombre de Maya son otros tantos temas folclóricos: “Panzón Panzudo” (Hispavox, 1977) y su vuelta a las raíces de su patria chica con “Asturias, Patria Querida” (Hispavox, 1978). En esos años la carrera de Maya adolece de intermitencia y sus propuestas se alejan cada vez más de un público poco interesado en ese momento en la música folclórica.
En 1978 dará por finalizada su carrera como Maya y su estancia en Hispavox para renacer al año siguiente transformada en una cantante melódica.
De Maya nos quedan las canciones de Yupanqui y otros autores sudamericanos, su voz de cristal, sus blusas floreadas, sus vestidos de inspiración campesina y la seriedad de un trabajo que puso en boca de los jóvenes de los primeros 70 los cantares de los viejos guitarreros rurales. Después llegaría Rosa María Lobo y ese ya sería otro cantar.
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