Inma y Fran, ex-Lunes de Aguas -publicaron dos canciones en el recopilatorio “Otras Formas de Vida” (Federación de Universos Pop, 2000) de la mano del torrelaveguense Daniel Hernández -, y más tarde Mano de Santo, se decidieron a enviar en 2001 un resumen de su historia, en forma de veinte canciones, al sello Austrohúngaro. Como toda bonita historia que se precie, y como no podía ser de otra forma entre almas que habitan en un mismo universo paralelo, de ahí ya surgió el flechazo, después el enamoramiento y, más tarde, y fruto de tantísimo amor, el esperado parto de “El Folklore de Cada Uno” (Austrohúngaro, 2003).
Este «dúo de pop electrónico excéntrico, ruidoso y sentimental de Salamanca” -tal y como nos los definen en la web de Austrohúngaro-, que se presenta al público sin prospecto, sin indicaciones ni posología, pudiendo provocar incluso rechazo a más de uno, acaba resultando en cambio poderosamente adictivo en su escucha, debido en gran medida a la enorme sobredosis de buen gusto desacomplejado, irónico y puramente cotidiano que practican.
Sintetizadores y cajas de ritmos, aparente desorden sonoro y letras que narran cuentos para mayores, es parte de lo que nos ofrecen en su ya nombrado disco de debut, un trabajo en el que cogiendo un poquito de aquí y otro de allá, lo acaban por reciclar todo a su manera dándole un “electro-toque” definitivo, para sacar a la luz un collage melódico realmente único y especialmente singular.
Con la experiencia del siempre tan deseado primer disco, no fue hasta el 2006 cuando la pareja se decidió a ampliar la familia con un nuevo vástago ”Hurra y Aleluya” (Austrohúngaro, 2006), un álbum en el que sin bien permanece intacta la esencia identificativa y que tanto los caracterizó en el primero, en esta ocasión nos llega con una composición algo menos agresiva, más suavizada, mucho más pop -produciendo, por contra, un efecto terriblemente demoledor y contagioso-, y en la que podemos encontrarnos desde incontestables temazos que le hacen a uno imaginarse así mismo bailando en el bus que le lleva al trabajo (como “La mejor excusa” o “Cierta curiosidad”) hasta nostálgicas melodias downtempo ligeramente aceleradas (como seria el caso de la exquisita balada “Las reglas del rugby”).
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