Los Rodríguez fue un cuarteto afincado en Madrid, compuesto por Andrés Calamaro (voz, guitarra y teclados), Ariel Rot (guitarra), Julián Infante (guitarra) y Germán Vilella (batería), y que protagonizó una carrera breve pero intensa (desde 1990 a 1996), firmando algunos de los mejores discos de la historia del rock & roll en castellano.
Rot e Infante, que habían integrado los exitosos Tequila, querían volver a empezar y conformaron el germen del grupo en torno a 1990. En uno de sus viajes a su Buenos Aires natal, Ariel consiguió reclutar para la causa a Calamaro, que recorrió Argentina durante los 80 con Los Abuelos de la Nada -una banda integrada por tótems del rock albiceleste como Miguel Abuelo o el tremendo guitarrista Norberto Napolitano, Pappo- y daba sus primeros coletazos en solitario. El baterista elegido fue Germán Vilella, con una extensa carrera junto a músicos como Luis Eduardo Aute o Luz Casal, y Guille Martín -ex Desperados– completó la formación al bajo. Arrancaban Los Rodríguez, una nueva oportunidad para músicos curtidos y hambrientos.
El primer disco de la banda fue “Buena Suerte” (Pasión, 1991), crudo y enérgico, y que dejaba intuir las posibilidades de la formación, todavía por explotar pero ya bien enfocadas en temas como “Mi enfermedad”, “Engánchate conmigo” o “La parte de atrás”. Una sección rítmica poderosa, un excelso dueto de guitarras entre Infante y Rot y el talento para componer e interpretar de Calamaro eran una apuesta segura.
Pese a que su popularidad entre los músicos madrileños subió como la espuma gracias a la calidad del disco y a sus vigorosos conciertos, y aunque el recibimento de la crítica fue cálido, Los Rodríguez no alcanzaron con su debut el favor popular. Por ello, decidieron intentarlo otra vez con un álbum grabado en vivo, “Disco Pirata” (RNE, 1992), que mostraba su toda su energía encima del escenario. Resultó, sin embargo, otro intento fallido de darse a conocer.
Pese a todo, la calidad de Los Rodríguez no podía pasar desapercibida. José Luis Rupérez, su mánager, pasó a Alfonso Pérez, de la discográfica DRO, una maqueta con un puñado de canciones. En la grabación estaban “Sin documentos” o “Salud (dinero & amor)”: Casi nada. “Cuando la escuché, pensé que no había oído nada igual. Tenían canciones como templos y aunque la compañía no estaba por la labor, porque eran tiempos complicados, les convencí de que había que ficharlos”, relata Pérez, que fue batería y letrista del grupo Esclarecidos.
Con el apoyo de DRO, insertada en Warner, el siguiente paso no sería en falso. “Sin Documentos” (DRO, 1993) comenzó a popularizar el grupo y supuso un enorme salto de calidad. Cada una de las canciones del repertorio era imprescindible. Con la ayuda de Nigel Walker a la producción y con Daniel Zamora instalado en el papel de bajista, Los Rodríguez se paseaban por los ritmos latinos sin descuidar lo más mínimo su vena rockera, construyendo temas destinados a gustar sin perder un ápice de complejidad y búsqueda musical. Calamaro, cada vez más suelto y cada vez más líder de la banda, despachaba piezas deslumbrantes y su creatividad parecía no ter límite.
“Palabras Más, Palabras Menos” (DRO, 1995) rayó también la perfección. Producido por Joe Blaney y grabado en El Cortijo, lujoso estudio de la sierra de Ronda, es quizá el disco de Los Rodríguez más abierto a otras músicas –ranchera, milonga, reggae-, aunque con un enfoque eminentemente rockero. Músicos como Raimundo Amador o Coque Malla participan en el álbum, y Joaquín Sabina y Sergio Makaroff prestan letras. Si “Sin Documentos” ya marcó una diferencia clara en cuanto a ventas con respecto a los dos primeros trabajos del grupo, “Palabras Más, Palabras Menos” supuso el espaldarazo definitivo para la banda.
Curiosamente, el éxito masivo llegó en plena descomposición del grupo. Las discrepancias internas y un asunto de dinero -los porcentajes gananciales se reestructuraron en beneficio de Calamaro- hicieron imposible la convivencia. El vocalista y principal compositor de la banda, ya idolatrado por muchos aficionados en España y Argentina, mostró su intención de retomar su carrera en solitario y la formación se rompió. “Andrés tiene una personalidad demasiado inquieta para implicarse sólo en un proyecto, y a veces un grupo actúa de un modo celoso y castrador”, dice Rot, que explica que se esperaba la noticia, aunque el fin de Los Rodríguez supuso para él una enorme decepción.
Los Rodríguez se despidieron con “Hasta Luego” (DRO, 1996), un recopilatorio que dejó con la miel en los labios a los aficionados, sabedores de que la formación era redonda, perfecta, y sus posibilidades infinitas. Calamaro y Rot emprendieron sendas carreras -una década más tarde se juntarían para dar varios conciertos-, y Julián Infante murió cuatro años después. Germán Vilella se embarcó en varios proyectos, e ingresó desde 2002 en la banda de Jaime Urrutia.
Ninguna frase resume mejor el alcance de Los Rodríguez que la que sigue, de Ariel Rot: “Teníamos la sensación de que un grupo español podía ser tan bueno o mejor que uno internacional. Íbamos por el mundo sin complejos”.
Comentarios