El monumental triunfo de Los Brincos y los buenos dividendos obtenidos por el sello Novola con la venta de sus discos, animó a otras discográficas a poner en marcha remedos de este grupo. Esto ocurrió sobre todo en Madrid con conjuntos como Los Flecos o Los Botines, pero llama la atención que fue la propia Novola la que propició el nacimiento de Los Faros, como intento de unos Brincos catalanes.
Se buscó cuatro músicos eficientes y con buena presencia, que además componían solidariamente sus temas y cantaban todos aceptablemente. Ellos eran Juan Francisco Campillo (bajo y voz principal), Pedro Vega (guitarra solista y coros), Joaquín Arráez (batería y coros) y Jaime Font (guitarra rítmica, órgano y segunda voz). Se calcó la estrategia de lanzamiento de Los Brincos y tras arduos ensayos y montaje de canciones en los últimos meses de 1966, aparecieron simultáneamente en el mercado un LP: “Los Faros” (Novola, 1967), un extended play: “El solterón / Olor a menta / Hijo de Papá / Se llama Eufrasia” (Novola, 1967) y dos singles: “Ojos sin Vida” (Novola, 1967) y “El Solterón” (Novola, 1967). El departamento de sastrería de El Corte Inglés les diseñó un traje-uniforme blanco con tintes espectrales, cerrado hasta el cuello, cremallera lateral y botonadura transversal en el pecho y otro similar en color ocre. Ocuparon portadas de revista, sobre todo en la catalana Fans y aparecieron en televisión con temas pop teñidos de un cierto matiz humorístico. Pero el asunto no funcionó como esperaba su discográfica y la acogida entre el público juvenil no pasó de tibia y no trascendió los límites de Cataluña.
En aquellas primeras grabaciones se nos muestran como un conjunto agresivo con claras influencias garajeras de Los Salvajes o Los Gatos Negros, por citar dos grupos barceloneses de la época, pero con una dulzura y empaste vocal que no tenían sus paisanos.
Enseguida, se grabaron otros dos sencillos con temas no aparecidos en el mencionado LP. “Por Tantas Cosas” (Novola, 1967), seguramente el mejor de su carrera, y “Golpes” (Novola, 1967). El segundo de estos sencillos tuvo aún menor repercusión y menores ventas que los desembarcos anteriores. A partir de ahí, Novola se desentiende del grupo, que se ve abocado a una trayectoria anodina basada en covers de canciones extranjeras, triunfadoras en otras voces. “Cuando me Enamoro / La Tramontana” (Novola, 1968) y otros con títulos bien trillados. A finales de 1968 concurren como grupo vocal al Festival de Benidorm con un título bien representativo en su caso: “Las Ilusiones Perdidas” (Novola, 1968).
Finalizan su carrera discográfica con más pena que gloria con una gruesa pachangada “Santa Marta” (Novola, 1969) y un nuevo baile vergonzante “El Rushgold» (Novola, 1970) para desaparecer poco después tras dos veranos de actuar por la Costa Brava y ser un grupo más cuando habían sido diseñados y lanzados para ser un grupo puntero en el panorama nacional. Vistos en la distancia les faltaron dos cosas básicas para conseguir sus objetivos: suerte y un hit a nivel nacional.
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