A finales de 1964 el mundillo musical español vivía aquejado de brincosis, enfermedad consistente en el desesperado intento de las casas discográficas por imitar el éxito obtenido por Los Brincos con su primer hit, «Flamenco«. En ese contexto, un ojeador de la RCA se fija en cuatro jóvenes barceloneses llamados Los Cheyenes, que previamente habían sido rechazados por los sellos Belter y Vergara. Se firma el preceptivo contrato y la casa discográfica impone como tema principal del primer EP el tema «Válgame la Macarena«, música seudoandaluza de aires copleros compuesta por un compositor de la casa y que imitaba la citada canción de Los Brincos. El disco se introdujo en los primeros puestos de las listas de popularidad y ventas y, a la postre, fue el disco más importante de la historia del conjunto. Los componentes del grupo eran los hermanos Roberto Vercher (cantante y guitarra solista) y Joselín Vercher (bajo y coros), su vecino José María Garcés (guitarra rítmica y coros) y Ramón Colom (batería). Sus edades oscilaban entre los quince y los diecinueve años.
Sin embargo, Los Cheyenes no tenían nada que ver con el estilo Brincos. Lo suyo era el rhythm & blues sin concesiones. Guitarras cortantes y sucias tipo The Kinks, voces agudas, gritos desabridos, ritmos acelerados hasta límites de taquicardia y, en general, todos los condimentos de los que hoy se conoce como música garajera. Pero si por algo Los Cheyenes han pasado a la historia es por lucir los pelos más largos de la época y este asunto de la longitud del cabello no era un tema menor, ya que significaba ser los más rompedores, los más opuestos a los dictados del nacional catolicismo imperante y, por tanto, los más peligrosos.
Durante la campaña de promoción de su primer disco, fueron contratados para actuar en televisión (en la única que había entonces) y el cura censor les instó a cortarse o recogerse el pelo. Ellos se negaron y no salieron por la tele ni ese día ni ningún otro. Sin embargo, su mánager, Pedro Heredia, supo mover el asunto y lo convirtió en una controversia nacional con simulacro de corte de pelo en los estudios de Radio Madrid ante la histeria de más de ochocientas fans que cortaron la circulación de la Gran Vía. Estos incidentes, su gran equipo de amplificación que hizo saltar cristaleras e instalaciones eléctricas, sus problemas con alcaldes y concejales franquistas por sus indómitas melenas hicieron de Los Cheyenes uno de los grupos más famosos de la época aunque sus ventas no coincidieran con su popularidad.
Su segundo EP, encabezado por «Conoces el final«, composición de Roberto y José María, nos muestra ya un conjunto en la onda de The Animals. Con este disco las ventas descendieron, pero aún mantuvieron al grupo en candelero. Los discos posteriores pasaron inadvertidos, muy perjudicados por la precariedad con que se grabaron, sin productor y en estudios alquilados por unas horas.
A principios de 1966, Roberto Vercher es reclamado por la patria para cumplir con sus obligaciones militares y de nuevo la maldita mili descabeza otro grupo. Es sustituido por José Luis Moro (guitarra solista) y Michel (cantante). Con esta formación graban su último single: «Borrachera / Siguiendo al Sol» (RCA, 1967), un disco muy pobre donde el grupo evidencia que sus mejores momentos ya han pasado. Poco después Ramón y José María abandonan el grupo. Roberto regresa para rehacer el grupo y siguen actuando por la zona de la Costa Brava hasta 1968 en que se deshacen definitivamente.
Sólo Jesulín Vercher, el benjamín del grupo, continuó en la música y, tras pasar por varios grupos, fundó a finales de los 70 con los músicos de su barrio de siempre La Salseta del Poble Sec.
Los Cheyenes fueron los más bronquistas, los más transgresores, los más sucios, los más rebeldes, los más provocadores, los más indomables de su época… y nadie fue capaz de cortar sus cabelleras. Hoy son recordados más por su oposición frontal a las normas de una época marcada por la represión que por su música.
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