A los trece años inicia una carrera que duraría toda la vida, aunque apenas haya tenido repercusión fonográfica. Sus primeras apariciones sobre un escenario fueron haciendo papelitos teatrales, pero enseguida la canción sería su ocupación.
Había nacido a principios de los 40 en el humilde barrio de Alcaravaneras, en Las Palmas de Gran Canaria y sus primeros pasos los dio bajo el nombre de Lidia Guillén. Su primer destino profesional serio lo encontraría como vocalista en la Orquesta Mejías, donde se curtiría como cantante, bailarina y showoman. Después actuaría con asiduidad en Marruecos y Argelia.
Antes de cumplir los veinte se casaría con el futbolista de la Unión Deportiva Las Palmas, Jaco Zafrani (su verdadero nombre es Jacob Azafrani). Su marido era un judío francés de Larache, religión que ella abrazaría a la par de su apellido, que ya formaría parte de su nombre artístico. Sigue a su marido en el peregrinaje por diferentes ciudades españolas y francesas para establecerse temporalmente más tarde en Madrid.
Le surge la posibilidad de participar en el Festival de la Canción de Mallorca y grabar su primer EP, “Las Chicas de Formentor / Sin un Adiós / Marionetas en la Cuerda / Mi Amor Es Azul” (Marfer, 1967). Aquellas “Chicas de Formentor” ocuparían uno de los primeros puestos del evento y sería su canción más conocida, propiciándole una cierta fama a nivel nacional. Siempre en la misma onda aparecería el single “Festivales 1968” (Marfer, 1968)Añade este contenido, que incluía una versión del eurovisivo “La, la, la”. Publica un nuevo EP de contenido variado: “Congratulations / Balada de un Sueño de Amor / La Historia de Tu Amor / Mis Ojos Puestos en Ti” (Marfer, 1968). Un disco curioso en el que conviven Eurovisión, la primera versión española de la después archiconocida “Can’t take my eyes off you” y hasta una ensoñación clásica basada en el “Sueño de amor” de Liszt. En la portada de este disco tomaría ya su imagen de pelo corto, tintado en rubio platino y pegado a las sienes, que la definiría durante muchísimos años.
Vivía su año de mayor producción y en verano pasa por la casi obligada cita de Benidorm con un tema de Mario Sellés que daría lugar a su cuarto disco: “Yo Amo / El Amor a la Tierra” (Marfer, 1968). En la cara B, aparece una de las varias y distintas versiones que se han hecho adaptando una letra a la célebre página para guitarra clásica: “Romance anónimo”.
Aún haría alguna grabación más que solo se distribuyó con carácter promocional por emisoras de radio, avalada por Mario Sellés, un compositor con el que trabajó aquellos años con asiduidad.
La maternidad la apartó de unos escenarios en los que se desenvolvía con gran soltura. Regresó a Las Palmas, donde en 1969 dio un recital en solitario en el Teatro Pérez Galdós de dos horas de duración a modo de despedida. Desde allí en la década de los 70, al mundo entero. Su primer paso fue un breve contrato en Puerto Rico, que se extendería a Méjico y duraría casi dos años. Se afincó un tiempo después en Extremo Oriente, actuando en night clubs y teatros de variedades de Japón, Singapur, Tailandia y Filipinas. Su repertorio era ahora el clásico de music hall con especial atención a la música sudamericana: tangos, boleros, rancheras, etc.
A finales de los 70 esta luchadora de la canción se reinventa como vedette de revista, triunfando con la producción «Belleza y Humor” con la que giró por toda España y con la que permaneció ocho meses ininterrumpidos en el mítico Pasapoga de la Gran Vía madrileña. Más tarde vendrían otras revistas y actuaciones que se extenderían hasta bien entrados los 80. En esta década regresará a América, actuando incluso en el Madison Square Garden.
De regreso a su isla, viviría un semirretiro roto en innumerables ocasiones, pero sin registrar apenas nuevas grabaciones. En una entrevista, la ya otoñal Lea Zafrani diría que de lo único que se arrepiente es de no haber cuidado mucho más su faceta discográfica, absolutamente abandonada y que no guarda relación con su larga trayectoria sobre las tablas, donde ha sido y, esporádicamente, aún es un auténtico animal de escenario y donde ha alternado de tú a tú con varias generaciones de intérpretes españolas e hispanoamericanas: Olga Guillot, Salomé, Rocío Jurado…
De sus discos nos queda la añeja imagen y el añoso sonido de las chicas ye yé de mediados de los 60 con versiones de éxitos foráneos y poniendo siempre voz y carne a los muchos festivales de la canción que al socaire del turismo inundaron el mapa ibérico. Pero Lea Zafrani ha sido mucho, mucho, más que todo eso, a pesar de los escasos vestigios en forma de redondo vinilo que nos ha legado.
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