Es difícil comprender cómo el azar pudo congregar a finales de 1977 a semejante elenco de talentos bajo una misma banda y, pasando de una forma tan efímera y desapercibida, marcar tanto el devenir de lo que muchas voces autorizadas han dado en llamar la edad de oro del pop español.
Entre el bullicio contracultural efervescente de El Rastro de Madrid, la prensa marginal de LaCoChu (Laboratorios Colectivos Chueca) enclavada en Augusto Figueroa y los ecos de las nuevas tendencias londinenses, Olvido Gara, pronto conocida como Alaska por el «Caroline says» de Lou Reed, y Fernando Márquez -El Zurdo-, entran en contacto con Enrique Sierra a través de La Liviandad del Imperdible, fanzine de corte futurista e intelectualoide que habían creado casi con la excusa de formar un grupo. De hecho, inicialmente serviría para dar nombre y alma a un proyecto del que pronto se escindirían para virar hacia posturas más banales y rompedoras que eran las que realmente les interesaban. Así, surgen canciones como «La tentación» de Olvido y «Pero qué público más tonto tengo», del Zurdo.
Así, tras la ruptura, y sumergidos en primitivas emulaciones ramoncinescas, Alaska y El Zurdo reclutan para la causa a Nacho Canut y Carlos Berlanga, que tenían un puesto de discos en El Rastro, donde vendían cantos rodados pintados por Carlos, algunos discos, comics y revistas. El flechazo fue instantáneo cuando El Zurdo avistó entre los enseres un disco de las Vainica. Después de varios ensayos, y tras descartar varios nombres como Shit de Luxe, se bautiza a la banda como Kaka de Luxe (inicialmente con Olvido y Enrique a las guitarras, Nacho al bajo, El Zurdo a la voz y Carlos como… grafista), a pesar de carecer aún de batería y de que, a excepción de Enrique, procedente del grupo heavy Vibraciones, ninguno de los demás integrantes sabía apenas tocar ni cantar. El repertorio va aumentando con dos nuevas canciones, «La alegría de vivir», del Zurdo, y «Como bolas de billar», de Enrique y Fernando, que no tendría gran aceptación.
La formación se amplía al poco tiempo con la incorporación de Manolo Campoamor, también procedente de la prensa marginal (el fanzine Alucinio y otros tebeos con Ceesepe y La Cascorro Factory), que ya había conocido la escena punk en el extranjero y había conectando rápidamente con ella. Entra como segunda voz, consiguiéndose una primera actuación con batería de prestado en People, un pub de Argüelles. Se realiza una versión de los Ramones, «Yo no quiero caminar contigo», y se estrenan dos temas de Enrique cantados por Manolo, «Huye de mi, te puedes contagiar» y «Pondré 1000 voltios en tu lengua». La actuación no pasa desapercibida del todo para los medios, y comienzan las polémicas con algunos medios como Interviú, con un Nacho Canut irreverente y desafiante.
Se decide incorporar a Pablo Martínez a la batería, más por imperiosa necesidad que por afinidad de caracteres y gustos. Salen un nuevo tema, «La pluma eléctrica», cuyo riff estaba basado en el «Shalala» de Micky y Los Tonys. Entretanto, la banda se vuelca en la autopromoción en el fanzine, ayudándose del talento creativo de Carlos, Manolo y El Zurdo, y ofreciendo una mezcolanza de noticias de revistas inglesas, letras de canciones, especiales de bandas y otro material gráfico de Don Martin, Eguillor, Crumb y Sheldon, además del propio. La publicación llega a alcanzar cierta relevancia y, junto a la venta de discos, ropa usada y otros enseres en un tenderete en El Rastro, supone el sustento principal que permite a la banda seguir creciendo. El núcleo -Nacho, Carlos, Olvido, Manolo, El Zurdo y Bernardo Bonezzi, íntimo de Alaska y que con sus Zombies compartía local con ellos- vive una época inovldable de risas, interminables charlas y horas y horas escuchando música.
Continúan los conciertos, adoptando cada vez una estética y una actitud más provocadora, con el traje de plástico transparente de Manolo que dejaba ver su tanga atigrado, la estética punk de Olvido y Nacho, el esnobismo elegante de Carlos, el modelo espacial de Enrique y el aire brit de El Zurdo con su excéntrica manía de tirar objetos diversos al público, tales como libros o aviones de papel. Conciertos en sitios tan dispares como gimnasios, colegios mayores y facultades, junto a grupos también tan dispares como Magna Mater (Mamá), Cucharada, Mermelada o Leño, en los que se van estrenando nuevos temas como «Sé una chica de hoy», «Me aburro», de Nacho ante la notificación de la mili, «Viva el metro», también de Nacho, «Nosotros somos peligrosos sociales», de Manolo y Enrique, «Rosario», con letra de Manolo y música de Nacho y Olvido, y «Toca el pito», primera composición del célebre tandem Carlos-Nacho.
Finalmente, y apoyados por un ya por entonces conocido Jesús Ordovás, quien fascinado por el surgir de ese algo diferente y vanguardista que se estaba gestando les dedica frecuentes elogios en la publicación Disco-Express, Kaka firma una especie de contrato (todos los integrantes eran menores de edad) con el sello Chapa del Mariscal Romero, del cual saldría un EP antológico por su significado, «Kaka de Luxe»(Chapa, 1978), grabado en la más absoluta precariedad de medios.
Sin embargo, el futuro del grupo de la banda no era tan prometedor como cabría suponer. En 1978, Enrique Sierra y Nacho Canut son llamados a filas. Esto, junto a las grandes diferencias ideológicas y musicales que iban surgiendo, el inesperado y polémico segundo puesto en el Villa de Madrid (en detrimento del Wyoming y El Reverendo), la ausencia de dinero y la decepción de la producción en Chapa, no ayuda a quitarse de encima la sensación de fracaso que asfixiaba a varios de los componentes.
Javier Hamilton, en contacto con la banda haciendo una fugaz labor de management, empieza a planificar un futuro sin Sierra y Canut, y acaba ingresando en el grupo como corista, junto con Juan Luis Lozano, Carlos Entrena y su hermano Sergio Entrena, quienes habían conocido el grupo de la compañera de clase de la hermana de Juan Luis y desde ese momento se habían hecho asiduos a los ensayos cerveza en mano.
Con la marcha al cuartel de Nacho y Enrique y la entrada provisional como guitarra de Bonezzi, el único que aún conservó la ilusión en un Kaka agonizante, se producen una serie de movimientos que intuyen lo que a la postre depararía. El Zurdo, nada conforme con el aire petardo que el grupo estaba adquiriendo, sale y crea Paraíso, se echa, por fin, a Pablo, el batería, con el cual nunca se había conectado y se incorporan Javier Urquijo a la guitarra y su hermano Enrique Urquijo al bajo durante una temporada.
La realidad es que cada vez se ensaya menos y en noviembre de 1978 se decide disolver oficialmente la banda. La disolución deja durante un mes al nuevo ente sin nombre hasta que es bautizado como Alaska y los Pegamoides. Y precisamente casi coincidiendo con el final de esta otra banda, que llegó a adquirir una reseñable presencia comercial, Zafiro editaría un curioso maxi, «Kaka de Luxe / Paraíso» (Zafiro, 1982), en el cual se recogían las canciones del primer EP, más «Pero que público más tonto tengo», y las dos del único single de Paraíso en activo.
No sería hasta el 17 de mayo de 1983, en el estreno en TVE de La Edad de Oro de Paloma Chamorro, que, como favor personal, se reunirían de nuevo, pudiéndose comprobar el distanciamiento tanto en lo musical como en lo personal en todos ellos. Además, este reencuentro de Kaka de Luxe y sus sucesores no llegaba precisamente en el mejor momento, justo después del fallecimiento de Eduardo Benavente.
En este mismo año, la industria editaba el único LP de Kaka, «Las Canciones Malditas» (El Fantasma del Paraíso, 1983), de la mano de El Fantasma del Paraíso, un sello independiente nacido dentro de la CFE (Compañía Fonográfica Española, subsidiaria de Zafiro) y que recogía tanto las canciones del EP como las de maquetas y directos que nadie supo (ni pudo) aprovechar en su momento.
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