Todo actor o actriz joven, famoso y atractivo, más tarde o más temprano acaba tropezándose con un micrófono. En todas las décadas encontramos ejemplos: Vicente Parra, Elvira Quintillá, Amparo Soler Leal, Luis Varela, Conchita Velasco, Victoria Abril… Casi todos son efímeras ocurrencias sin ninguna trascendencia y así hay que considerar las escasas grabaciones realizadas por Juan Ribó. No obstante, su calidad como cantante y su musicalidad se encuentran por encima de los compañeros y compañeras de gremio.
Juan Ribó Diéguez nace en 1952 en Amman (Jordania). Nació allí como podía haber nacido en cualquier otra capital en la que su padre sirvió como diplomático. Tras un periplo infantil por lugares tan exóticos como el Congo y Camboya, recala en Ciudad de México donde vivirá su adolescencia y comenzará a frecuentar los grupos teatrales más innovadores.
Actor de academia, en 1972 regresa a España, su país casi desconocido para él, afincándose pronto en Madrid. Su propósito en la capital es convertirse en actor. Su cara aniñada, su cuerpo atlético, su melena larga desordenadamente bien peinada no pasan desapercibidas. Su primer papel lo obtiene en el reparto de “Así Habló Zaratrusta”, un montaje del mexicano Alejandro Jodorowsky sobre la obra de Niestzche. Enseguida debuta en TVE participando en la serie “El Pícaro” (1974) de Fernando Fernán-Gómez.
Su entrada en el mundo de los musicales no se va a hacer esperar. En octubre de 1974 dará vida a Jesucristo en la versión española de “Godspell” (1970) de Tabalek y Schwarz. Junto a Nicolás Dueñas en el papel de San Juan Bautista, a Nené Morales y otros actores, suben el Evangelio de San Mateo a los escenarios con texto y ambientación de José Luis Martín Descalzo un tanto alejados del original. Se edita el correspondiente LP coral en el que Juan Ribó interpreta sólo dos canciones como solista: “Salva a tu pueblo” y “Temblad, temblad”. No es un disco de éxito. Todos los intérpretes son actores, no cantantes, y eso se nota en exceso.
El tropiezo con el micrófono estaba servido. CBS ve un filón en un chico guapo, famoso por sus papeles televisivos y teatrales y le pone un contrato delante. Lo firma lo mejor de la casa: Óscar Gómez, Julio Seijas, Luis Gómez-Escolar (Simone) componen para él.
Se publica con bastantes lujos publicitarios “El Que Viene de la Luz” (CBS, 1974), una canción teñida de himno religioso que pega muy bien con el papel que por entonces representaba en los teatros. Juan nos sorprende con una buena voz que anuncia una inminente carrera musical.
La contraportada del single anuncia que ha nacido una estrella. Y así es, pero en algo se equivoca, pues su estrellato estará en los escenarios. En el otoño de 1975, al acabar la campaña de «Godspell», con el dictador dando sus últimas bocanadas y cagando «en forma de melena» como aseguraban los partes médicos, protagoniza “Equus” de Peter Shaffer, famosa por contener el primer desnudo masculino del teatro español en muchos años. La obra se mantiene en estreno hasta bien entrado 1977 y la fama de Ribó alcanza su punto culminante. Una fama ciertamente lograda por pelotas. Sin aquella obra seguramente hubiéramos escuchado más discos suyos; sin embargo, aquel triunfo en las tablas lo alejan definitivamente del vinilo.
Juan Ribó continuó trabajando en cine, series televisivas y, sobre todo, en teatro. Quizá no llegara tan lejos como sus inicios hicieron sospechar y pasó a engrosar la nómina de sólidos actores de reparto. Volvería de alguna manera al mundo de la música al interpretar el personaje de Raphael adulto en la serie para televisión “Raphael, una Historia de Superación Personal” (2010) de Manuel Ríos.
Ha estado casado durante catorce años con la también actriz Cristina López del Hierro. Actualmente comparte vida con Pastora Vega tras pasear sus amores y desamores por revistas sensacionalistas y platós televisivos.
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