A Jet Lag se les ve el plumero, dicho esto en el buen sentido. No solo en su debilidad por el clásico pop americano de toda la vida (el puro, el autenti, el de guitarras poderosas, voces y coros trabajados y melodías luminosas), sino también porque, siendo algunos de sus miembros ya curtidos músicos de la escena indie de por aquí (ex-componentes de Vancouvers o Nuggets en la banda), desde un principio trabajaron como artesanos, con cuidado y gusto por lo bien hecho; una especie de canon que, a pesar de haber revestido a lo largo de su carrera, permanece intacto. Y, finalmente, en la ambición. No una ambición perra a toda costa, pero sí un claro deseo de ampliar miras y públicos.
La historia de Jet Lag comienza en 1998 con el encuentro de Juan Santaner y Pablo García, ex-componentes de Vancouvers y Bacon, respectivamente. A su alrededor concentran a una serie de músicos con intereses y/o pasados comunes y crean una banda con una orientación sonora que mira a la escena independiente americana, siendo Wilco el grupo más habitualmente nombrado al hablar de referentes.
Su primer éxito llega incluso antes de editar álbum. Con su maqueta tocan en el FIB del 2000 y cuelan la canción estrella “Love amplifier” como banda sonora de una campaña de publicidad. A finales de ese año llega el debut a través de su propio sello (primera referencia del mismo); “Amplifier” (Bittersweet, 2000) es un álbum que recoge todos los elementos clásicos de un género caracterizado por su inmediatez, y por ello se convierte en un éxito como tal en la escena, que les arrastra por los escenarios del país a lo largo del año siguiente. Cabe señalar la producción del inefable Paco Loco, cuya participación será habitual en el devenir de la banda. Los pequeños conatos de experimentación, que posteriormente serán más claros en la formación, no alteran la sensación final de hallarnos ante un disco power pop.
Con el siguiente largo, “Beautiful Scars” (Bitersweet, 2002), Jet Lag pretenden, como se dijo, ampliar sonido, crecer como banda y llegar a más gente. Definiéndose como grupo, sin embargo, el ir más allá de modas y escenas no suele ser beneficioso para ello, por lo que así uno está ya muy cerca de su techo. Pero, bah, no me hagan mucho caso; esto son desvaríos míos. En cualquier caso, el sello estadounidense Get Hip también lo editó en su país; súmenle la entregada labor del grupo sobre el escenario para entender por qué a pesar de todo Jet Lag es una propuesta más que respetable. Nada se les puede reprochar y se granjean el buen aprecio de crítica y un considerable grupo de seguidores. Y, a pesar de que todo esto les pone en el punto de mira de otras discográficas más potentes, Jet Lag no renuncian a su independencia.
Tiene que pasar algo más de tiempo para la llegada del disco homónimo, el temido tercer disco que te consagra o te hunde, “Jet Lag” (Bittersweet, 2005), que rompe aún más los esquemas del sonido inicial del conjunto. Sin duda es un álbum más ambicioso y trabajado que los anteriores, pero también un cierto descoloque para los fans del grupo, que se encontraban con un trabajo más difícil de digerir. Esto conllevó ciertas desavenencias en el seno de la banda que culminaron con el abandono de Pablo García. El mazazo no era ninguna tontería, pues ellos mismos vislumbraron el fin de Jet Lag. Finalmente, colocando a Ramiro Nieto como cantante y cerrando filas, el grupo sorteó las dificultades y llega hasta nuestros días con su cuarto álbum, “Forever” (Bittersweet, 2007), un largo que, aun en la senda del anterior, muestra por un lado su propio carácter y, por otro, el leitmotiv de Jet Lag, esas canciones cuidadas y de corte americano.
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