El panorama musical en el País Vasco de finales de los 70 estaba dominado por cantautores que se referían en sus composiciones a una especie de Arcadia fantástica. «Parecía que Euskadi era algo que flotaba en el aire«, decía Josu Zabala, acordeonista y bajista de Hertzainak, para el documental «Salda Badago. Los Inicios del Rock Vasco» (Iker Trebiño, 2002). Las letras de todas aquellas canciones eran algo edulcoradas con poco o nada que ver con el día a día que vivía la juventud vasca. «Queríamos romper con eso«, continuaba el músico. Todo lo relacionado con el rock and roll era además mirado con enorme recelo por los guardianes de las esencias de las raíces estrictamente vascas. La hornada de bandas como Barricada, La Polla Records, Eskorbuto, M.C.D., Cicatriz, etc., supusieron una auténtica explosión que irrumpió en la escena musical y social de aquellos años.
Algunos grupos, como Hertzainak o Zarama, eligieron además el euskera para expresar su rabia contra el orden establecido de aquellos felices años 80. Fueron ellos los que empezaron a escribir las primeras líneas en el capítulo de la historia del rock en dicho idioma, y equivalentemente facturar los primeros acordes en clave de rock en la historia de la música vasca. Con su elección, sin embargo, verían limitado su radio de acción considerablemente, ya que el mercado al que pudieron acceder se restringió al propio País Vasco. Como reconocía el bajista ante las cámaras, ya fuera por cuestiones idiomáticas, por “la fama de Euskadi por entonces” o “porque no nos lo merecíamos”, a Hertzainak le resultaba más fácil tocar en algunas capitales europeas como Roma o Berlín que en Madrid, a donde sólo pudieron ir en el estricto circuito afín a la extrema izquierda.
El germen de Hertzainak lo compondría la asociación de Josu con Xabier Montoia -Gamma-, quien, testigo directo de la irrupción del punk en Londres, regresó a Vitoria con un montón de discos bajo el brazo y unas ganas enormes de montar una banda. “Ellos no sabían más que yo de música”, comentaba el que sería cantante de la primerísima formación del grupo. Juntos deciden hacer algo similar, pero en euskera: “Aquello que decían los Pistols sobre su reina, decirlo nosotros sobre nuestro pueblo y sobre nuestras vidas”. Zabala, por su parte, se expresaba en idénticos términos en el libro sobre el grupo “La Confesión Radical” (Ainai, 1993) escrito por Pedro Espinosa y Elena López Aguirre: “Nos planteamos que había que hacer un grupo de rock en euskera para pasarnos todo lo que nos diera la gana, y para dedicarle las canciones a nuestros paisanos. Aquí también hay una buena pandilla de garrulos para hacer canciones cojonudas, contar historias reales como la vida misma, y de paso cuentas tu vida”.
En una entrevista concedida a la revista Muskaria en junio de 1982, Josu declaraba: “Gamma es la única persona que ha aprendido euskera para poder tocar en un grupo punk”. Y es que desde el principio tuvieron bien clara la corriente a la que adscribirse: “El punk ha demostrado como movimiento que sin saber grandes cosas, pero con muchas ganas, vitalidad y derrochando a tope lo que se siente en un determinado momento y con un cacharro, un instrumento delante se pueden hacer cosas vitales. Nosotros en ese sentido somos herederos del punk”. Hablaban de The Clash y grupos militantes similares como referencias que les inspiraban.
Tanto Josu como Gamma provienen de la disidencia política, militando en grupos de izquierda. En lo musical, el primero posee una sólida formación enraizada en el folk vasco. Toca el acordeón y ha colaborado en discos de varios de los nombres más importantes de la época: Lantzale, Xabier Amuriza, Patxi Villamor o Rúper Ordorika. Además se ha empapado con los discos de los hermanos mayores de su cuadrilla de amigos de rock, de Pink Floyd: “Descubres que la música que te están poniendo todos los días es, de la que hay, la menos interesante (…) Empecé a descubrir que había otro planeta aparte del planeta oficial y Manolo Escobar (…) Así que me apunté a ese rollete y por eso empecé a ir a la Zapa”. Sería en ese barrio del casco viejo de Vitoria donde se empezarían a congregar todos los seguidores de los nuevos aires musicales que se estaban instaurando.
Los primeros temas que componen entre los dos apuntan a quienes ven con malos ojos la entrada de estas nuevas corrientes musicales en el patrimonio cultural y artístico tradicional vasco (“Rokanrol Batzokian”) o tratan de ajustar cuentas con antiguos compañeros de lucha libertaria que terminaron recalando en partidos políticos al uso (“Kamarada”). Trabajan en la lonja que Zabala ha ido acondicionando en Gamarra desde sus colaboraciones con cantautores y músicos de folk.
Buscan miembros con los que completar la banda entre los amigos y compañeros de bar: Curro para la batería, Delfo (“guitarrista flamenco que no era capaz de coordinar el tema de los acordes del rock and roll nada bien”) y Tito Aldama, conocido de Josu de blusas y reuniones músico-festivas varias, sensiblemente mayor que el resto, al saxo. Josu se encargaría de la guitarra y Gamma sería el cantante. Deciden llamarse Hertzainak, en alusión a la policía autónoma vasca, a los propios Police en los que tanto se fijaran en sus comienzos o como referiría tiempo después Tito al que: “(…) cuida que la gente tenga argumentos para pensar y rebelarse él por sí mismo”.
Dispuestos de este modo dan su primer concierto en 1981, dejando en evidencia mil y una deficiencias técnicas. Además Delfo se tiene que ir a Granada, con lo que se recurre a Kike Saenz de Villaverde para la guitarra, porque es capaz de tocar con dicho instrumento canciones de Benito Lertxundi. Prácticamente secuestrado, lo llevan a su local para comprobar sus capacidades. Aparentemente bastaron unos acordes de “Take a walk on the wild side” de Lou Reed para convencerles. Sorprendido por la “locura” que cree percibir en la banda, Kike decide quedarse con ellos.
Uno de los primeros conciertos que dieron fue precisamente para despedir a Delfo y presentar al nuevo guitarrista, que describió la experiencia: «Tocamos todos en una piña, que no podías ni moverte, la gente aquí pegada, un calor de la hostia, una marcha del copón, una borrachera increíble. Muy caliente, muy caliente«. El repertorio de aquella actuación constaba de los primerísimos temas del grupo además de versiones de Lou Reed y New York Dolls. Además hicieron sesión doble ya que tras terminar de tocar en una Asociación de Vecinos, cogieron los bártulos, y ayudados por los que allí se congregaban, se fueron al bar Mikeldi, situado por la zona. Los que fueron testigos de aquellos primeros bolos por diferentes locales de la Zapa hablan de sonido malo y acelerado, mucho humo y muchos gritos. Aunque efectivamente no tocaban bien, el público salía con la convición de que de allí iba a salir algo interesante.
Curro reconoce tras la «apoteosis» de las dos actuaciones en una misma noche con las que se presentaron en público, que no puede aguantar el ritmo. Su puesto a las baquetas lo ocuparía Luis Javier Saiz -Txanpi-, amigo de Gamma de San Sebastián, y al que Hertzainak exigiría mudarse a Vitoria.
El 27 de abril de 1982 tocarían en un festival celebrado en la Plaza de Los Fueros con Crisis (grupo de Bilbao), M16 (donde tocaban integrantes de lo que luego sería Cicatriz) y La Polla Records. Con estos últimos repetirían en una serie de actuaciones por diferentes parques de la capital alavesa.
El grupo se iba consolidando en este rodaje por la escena local y a pesar de lo deficiente de su sonido conseguían aunar un espíritu anárquico, festivo y alcohólico en sus actuaciones con su marcada militancia contestataria. Ya lo decía Gamma a Muskaria: «Nosotros no entendemos nada, pero algunas ideas tenemos claras, como quién nos está jodiendo todos los días. Nuestras historias hablan del muermo de estar en un bar tirado todo el día, sobre el PNV y los batzokis para tomarles el pelo; ya que ellos nos lo toman tanto, también nosotros tenemos derecho«.
Atentos a todo lo que acontecía a su alrededor, estuvieron prestos a componer una canción con motivo de la visita del Papa a España («Aita santua«) que no llegaría a aparecer en disco alguno, y organizaron, en respuesta al Mundial de Fútbol que se celebraba entonces en España, una serie de conciertos a modo de repulsa. El resultado de la convocatoria de los conciertos, que coincidían con las horas de los partidos, fue algo desigual, ya que muchos grupos que inicialmente habían confirmado su presencia no llegaron a aparecer. Asimismo se vivieron situaciones paradójicas, como la protagonizada por Zarama y reconocida por su cantante Roberto Moso en «Flores en la Basura» (Hilargi, 2003): el grupo vizcaíno fue sorprendido por los miembros de Hertzainak en un bar viendo el partido de aquel día, un Alemania – Inglaterra, después de su correspondiente prueba de sonido antes del concierto. Josu, para las cámaras, contaba que se había perdido «lo que podía haber sido la primera oportunidad de que en Euskadi los grupos se juntaran y salieran en un mismo escenario«.
Quien no volvería a pisar un escenario con Hertzainak sería Gamma. En septiembre de 1982, Josu, cansado de lo que entendía como una injusticia para con el resto de la banda, especialmente para Txanpi, al que se le había obligado a cambiar de trabajo y residencia para pertenecer al grupo, pone contra la espada y la pared al cantante. A pesar de los avisos, Gamma seguia cursando sus estudios de Filologia Vasca en San Sebastián y acudía a los ensayos exclusivamente los fines de semana. Obligados a elegir entre Gamma y Josu en un gabinete de crisis el resto de la banda decide invitar al primero a que deje la banda. El bajista, a pesar de salir airoso de aquel órdago, no escondía años después, el drama y la trascendencia de la decisión: «Lo peor fue que las relaciones entre nosotros, entre Gamma y nosotros, se rompieron del todo. Fue bastante traumático. Estuvimos un tiempo sin cantante«. Ante las cámaras del arriba mencionado documental, Gamma no ocultaba su desagrado por la escisión, aunque le posibilitara la formación posterior de otro grupo, M-Ak, con Kaki Arkarazo.
Para reemplazarlo se llega a pensar en Carlos Mahoma, cantante de R.I.P., al que llegan a buscar en Mondragón. Al no fructificar la posibilidad, escuchan la sugerencia de Txanpi y deciden probar con Iñaki Garitaonaindia -Gari-, cantante por entonces de Ziper, una banda rockera, motera y melenuda de Legazpia (Guipuzcoa). Gari se había acercado geográficamente a la capital alavesa cuando sus padres decidieron su traslado a un internado en Izarra, cerca de Vitoria. La determinación familiar, tomada tras recuperarse Gari de un accidente de moto al volver de una visita que habían hecho a los integrantes de Zarama en Santurce, trataba de alejarle de unas compañías que consideraban poco adecuadas.
El nuevo fichaje tenía 18 años, mucho menos que la franja de 23 a 39 años en la que se movían el resto de sus nuevos compañeros. Venía además de una propuesta musical completamente diferente, pero aún así tenía algo que encantó a Josu: «jeta ante el público«. Eso sí, inmerso como se vio en el entorno de su nueva banda como único contacto con la nueva ciudad y su nueva vida, para los que era un auténtico desconocido, tenía todo por delante por demostrar.
Empezó a hacerlo en los conciertos que dieron en 1983, donde se comprobó que la banda no había perdido nada de la energía con la que había empezado. Pronto entraron además en los estudios Iz de San Sebastián para grabar una maqueta bajo la asistencia de Ángel Catarain. El técnico resultó fundamental dada la inexperiencia del grupo, ya que sin que se lo pidiera, mejoró las mezclas: «Fue un elemento muy importante para conseguir que la grabación, por muy chatarrera que sonara, tuviera un ambiente más rico. Había muchos delays, muchos efectos«, contaba Josu en «La Confesión Radical». Hasta teclados hay, los de Javier Olloki, que conociera Josu Zabala cuando ambos tocaron con Ruper Ordorika.
Vendieron las trescientas copias de la cinta a pesar de que al principio hubo que superar la reticencia de quienes no estaban acostumbrados a escuchar rock. Cuatro temas por cada cara que luego se irían desgranando por los sucesivos discos que sacara el grupo.
El número de noviembre de 1983 de la revista Muskaria daba cuenta de la maqueta y de la participación del grupo en el festival contra la OTAN, el plan ZEN, etc., celebrado en Tudela. En el mismo participarían muchas de las bandas más representativas del Rock Radikal Vasco (RRV). De la actuación de Hertainak la publicación recogía las siguientes palabras: «El cantante parece totalmente que le han enchufado mil voltios por el culo, y no se puede parar quieto. Cosa fina macho, buenos músicos, marcha original y rollo divertidísimo. Y encima en euskera«. Y es que Gari comenzaba a hacerse un hueco en la escena del punk rock vasco. Hasta Evaristo, cantante de La Polla Records, reconocía abiertamente haberse fijado en sus maneras sobre las tablas.
El grupo, su directo, la presencia de Gari a la voz principal y el saxo de Tito pasaron rápidamente a ocupar los primeros puestos de las listas como los más votados en sus respectivas categorías dentro de las encuestas que organizaba la revista.
Tocaron en una serie de conciertos celebrados en salas de fiestas de Vitoria, en la que también participaron La Polla Records. La que iniciaron en El Elefante Blanco terminó el día en el que durante la actuación de Cicatriz, Natxo, su cantante, se bajó los pantalones para enseñar el culo al público. A la responsable del local no le gustó la ocurrencia y decidió acabar con los conciertos de punk.
A una de las actuaciones que dieron en el polideportivo de Zaramaga de Vitoria acudiría Marino Goñi, responsable del sello navarro Soñua. Habla con ellos y les ofrece la posibilidad de grabar un disco, pero el grupo no parece tomarse la oferta demasiado en serio. «Yo creo que me recibieron como si yo fuera un majara y no se creyeron nada. Les dejé la dirección, pasó un mes, pasaron dos meses tranquilamente, y nadie me llamó, ni yo tenía manera de localizarlos«, contaba Marino. Tuvo que ser tras un encuentro casual con Tito, meses después, que tras reconocerle le cuenta que tenían intención de llamarle y se reactiva el proyecto.
Los contactos en serio entre la banda y el sello no empezarían hasta después de que Hertzainak tocara con La Polla Records y las bandas madrileñas PVP y Polanski y el Ardor en el polideportivo de Mendizorrotza y en el Egin Rock. En este certamen tocaron RIP, Barricada, Zarama y Hertzainak, las bandas que resultaron más votadas en Guipuzcoa, Navarra, Vizcaya y Alava en la encuesta que hizo el periódico Egin. De acuerdo a la reseña elaborada por Muskaria, la de los alaveses fue la actuación con sonido más limpio de toda la noche. El cronista se refería a las dos mil setecientas personas que acudieron y a los malos modos de Josu para con la prensa.
El Egin Rock constituyó una muestra más de lo que muchos consideraban como una manipulación por parte de la izquierda abertzale de la explosión del RRV. El bajista de Hertzainak no desaprovechaba ocasión de manifestar su opinión: «La manera de pensar del punk tenía algo que la hacía fácil de emparentar con un movimiento político como el radical vasco, que está contra el sistema. Ese rollo de alguna manera fue utilizado por Egin, que empezó a hablar del rock, porque hasta entonces el rock era casi maldito entre los vascos (…) Hoy ya nadie lo discute, pero a mi me encanta recordar eso de que nuestros primeros fans eran castellanos, y siempre se lo recuerdo a ellos. En el 81 no les interesaba nada el tema, en el 82 tampoco y a partir del 83-84 es cuando de repente empiezan a cambiar un poco de opinión, ante la presión de un sector juvenil, que precisamente es la parte más consciente del país y más abertzale, elige como estética de relación el rock and roll. Y claro, los viejos se dan cuenta, y de repente, empiezan a pensar: ‘Bueno aunque metan mucho ruido, por lo menos, cantan en euskera’. Y entonces empiezan a perdonarnos la vida un poco los políticos (…) Más que perdonarnos la vida empiezan a utilizarnos«.
Igualmente mordaz e incisivo se mostraba el bajista al referirse a algunas de las incongruencias que detectaba en el comportamiento de Herri Batasuna, el partido de la izquierda abertzale, que había apadrinado sin problema a grupos como Kortatu que cantaban en castellano cuando tiempo atrás arremetían con fiereza contra aquellos cantautores que no se expresaban en euskera. No fueron los únicos en desenmascarar las posibles contradicciones en este apoyo incondicional al punk desde determinados grupos políticos. Cicatriz denunciaba también estas apropiaciones: «Antes nos llamaban vascos frustrados porque fumábamos porros y ahora nos llaman alegres y combativos» contaba su cantante Natxo en «Del Txistu a la Telecaster. Crónica del Rock Vasco» (Aianai, 1996) de Elena López Aguirre.
Tampoco el término RRV fue de su agrado; la consideraban más bien como una etiqueta acuñada con la intención de vender fuera, en España, la música que se hacía en el Pais Vasco. Para Hertzainak la empresa no estaba exenta de dificultades por cuestiones idiomáticas. Ante lo que entendían como un intento de meter a todos en el mismo saco ellos reaccionaron defendiendo con uñas y dientes el poder «mantener su personalidad». A pesar de ello fue con la denominación de RRV como se les presentó en el concierto que dieron en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid junto a Barricada y La Polla Records, en un festival en el que Soñua trajo a las bandas de su escudería a la capital en un evento organizado por la radio y colectivo ecologista Onda Verde. No sería la única vez que visitaran Madrid ya que en el mes de marzo del mismo año tocarían en la cárcel de mujeres de Yeserias.
Para la grabación de su primer disco Soñua les dio total libertad tanto en el tiempo de estudio (Tsunami de San Sebastian) como en el modo de utilizarlo. Tanto que el técnico, Josean López, tuvo que ser sustituido por incompatibilidad manifiesta con el modo de funcionar de la banda. «Una vez apareció Josean por la mañana cuando se estaba grabando ‘Arraultz Bat Pinu Batean’. Imagínate a las once de la mañana con aquel mambo, yo creo que estaríamos de gaupasa. Entonces estaba grabando La Banda Municipal de Ska más añadidos, más todo el grupo. Tito estaba subido en una silla, dirigiendo, y todos los demás alrededor haciendo los coros. Había un mambo allá terrible. Entonces, Josean abre una puerta y ve aquello, y el tío quería parar la grabación. Le boté del estudio y el tío se fue de muy malas formas«, contaba Marino. El caos y el ambiente cargado de porros terminó de desquiciar al técnico que fue sustituido por Óscar Clavel, El Brujo.
«Hetzainak» (Soñua, 1984) resultaría uno de los LP angulares del punk rock hecho en Euskadi en los 80. Elaborado con colaboraciones tan sonadas como Natxo Cicatriz o Ruper Ordorika, el disco contiene verdaderos clásicos por lo acertado de sus críticas mordaces (el rock no iba a dar dinero en Euskadi, el vasquismo mal entendido…), la política entendida desde los sentimientos personales más que las ideologías… Además el disco contenía referencias jamaicanas en un par de temas que sirvieron para abrir la espita de la llamada Euskadi Tropical conformada por multitud de colectivos, asociaciones y bandas (Potato, Korroskada…) que hicieron del reggae y el ska su auténtica razón de ser. Las proclamas pro-Jamaica de «Arraultz Bat Pinu Batean» o los ritmos de «Ta zer ez da berdin» les auparon, muy a su pesar, como padrinos de un género que para nada era el que Hertzainak quería trabajar en exclusividad: «No nos hizo mucha gracia lo de la Euskadi Tropikala, no estábamos preparados para tener éxito (…) ‘Arraultz Bat Pinu Batean’ pretendía ser simplemente diversión. No teníamos la intención de generar movimientos (…) Automáticamente la gente nos encasillaba, y la intención del grupo no era seguir haciendo canciones así, sino canciones diferentes sin más, intentar que la próxima canción no se pareciera a la anterior«.
El disco se presentó en el pabellón Anaitasuna, donde tocaron con La Polla Records. La buena acogida colocó a Hertzainak en el centro del torbellino del Martxa Eta Borroka. 1985 estará plagado de actuaciones en las que comparten cartel con Cicatriz, Kortatu, Decibelios, RIP, Potato… hasta bandas foráneas como Angelic Upstars.
Hertzainak estuvieron ligados de uno u otro modo a muchas de las actividades culturales contestatarias que se fueron fraguando en Vitoria: Participaron en la radio local Hala Bedi, colaboraron con música a proyectos teatrales (Hórdago, Rock and Clown…) y varios de sus componentes y amigos del entorno de la banda aparecían en La Banda Municipal de Ska, una especie de charanga-comparsa que tomaba escenarios y lugares públicos en espectáculos que solían terminar con todo el mundo desnudo entonando reggae y ska rupestre. Así lo recordaba Josu: «Empezaban con las trompetas a tocar el comienzo de alguna canción de los UB40, y conseguían con dos notas que todo el mundo se pusiera ahí a botar, sin equipo de sonido, sin anunciar, por la cara, salían allí y conseguían entretener al público una hora vacilando totalmente«.
También se les pudo ver en las denominadas manifestaciones ateas, procesiones irreverentes y sacrílegas que recorrían la ciudad haciendo coincidir su paso con la salida de misa de la bienpensante sociedad de Vitoria. La idea se exportaría posteriormente a otras localidades como Agurain o Pamplona.
Hertzainak tuvo ocasión también de vivir en sus propias carnes la leyenda de banda maldita que acompañó a Eskorbuto cuando coincidieron con ellos en un concierto en Motriko. Tuvieron que pedir la mediación de Josu Eskorbuto para aplacar a los seguidores de la banda «punkis de la margen izquierda» que amenazaban con navajas para recuperar la guitarra que pensaban pertenecía a los vizcaínos. Zabala contaba cómo se resolvió el asunto: «El tío se lo hizo muy bien, estuvo con ellos, le metió cuatro ostias al espabilao de la navaja y allí quedó. Después siempre que hemos tocado con ellos, muy bien«.
Al igual que muchas otras bandas, aquellos años de efervescencia radical se vivieron a mucha velocidad, la que conferían el speed y las anfetaminas: «Íbamos como máquinas. Antes de tocar nos juntábamos en la furgoneta de Tito puestos hasta las orejas«, relataba Gari. El mismo automóvil con el que el saxofonista sufriría un desafortunado accidente cuando volvían de un concierto en Tudela en mayo de 1985. Tito paró a comprobar que si ocurría algo entre el coche en el que iba parte del grupo y el de un conductor con el que habían tenido ciertos problemas unos kilómetros atrás. La mala suerte hizo que fuera atropellado por otro vehículo que venía detrás. El percance separó a Tito de la banda durante varios meses que es lo que tardó en recuperarse. Durante su ausencia Hertzainak iría desarrollando nuevas formas de música, algo más lejanos del ska de sus comienzos, haciendo que la aportación del saxofonista fuese menor.
Varios meses después, Tito se reincorporaría a la disciplina de la banda, pero por poco tiempo: «Su desmadre era demasiado auténtico para que no afectara a la marcha de un grupo que se estaba planteando ser cada vez más profesional«. Aunque siempre estaría cerca del grupo colaborando con ellos, lo cierto es que se le invitó a dejar de pertenecer a la que podría ser la formación titular de Hertzainak. Convencidos de sus posibilidades apostarían por una mayor profesionalización en su manera de trabajar y ensayar, así como un importante grado de «desintoxicación» de casi todos los miembros de la banda. Se prohibió cualquier conducta contraria a dicha determinación, al menos en presencia del resto del grupo.
Antes de meterse en el estudio para trabajar en el que sería su segundo disco, salieron de gira por Holanda, con actuaciones en Amsterdam, La Haya y Eindhoven, donde arropados por un reducido grupo de amigos incondicionales que viajaron con ellos, tuvieron ocasión de foguearse tocando su música ante los públicos más extraños posibles.
La grabación de «Hau Dena Aldatu Nahi Nake» (Oihuka, 1985) tuvo lugar de nuevo en los estudios Tsunami, donde, por cierto, volverían a discutir con Josean, el técnico de los mismos. La estrategia que habían concebido era la de dar un giro respecto a lo presentado en su disco de debut. Huyendo de las canciones del mismo, que se habían convertido en himnos, buscaron una línea mucho más intimista y pesimista para las letras, y un mayor grado de complejidad en la música, en la que colaboraron Bingen Mendizabal, siempre cercano al grupo, y miembros de Barricada como Boni y El Drogas.
Pero la moral del grupo no era la adecuada, ni el ritmo de trabajo que seguían en las grabaciones, trabajando hasta primeras horas de la mañana, fue el idóneo para conseguir una mayor motivación. Tuvieron además todo un cúmulo de infortunios técnicos en el estudio. «El segundo disco fue una puta mierda; se preparó poco, canciones muy raras, rollos raros en el grupo (…) Estábamos a punto de disolvernos; en el estudio muy mal y hubo movidas de líderes y hostias«, confesaba Txanpi. Josu se planteaba tiempo después si había sido o no buena idea haber grabado el álbum.
1985 también fue el año en el que el grupo sacó a la calle los sencillos «Hertzainak / Galtzailea» (Soñua, 1985) y «Rokanrol Batzokian» (Soñua, 1985), donde salieron temas de la maqueta primigenia de la banda.
Hertzainak no tuvieron ocasión de tocar en el Euskal Rock celebrado en Barcelona el 29 de noviembre de 1985. El evento era una de las ocasiones importantes en las que Euskadi exportaba la música que estaba facturando en los 80 fuera de sus fronteras. Se suponía que los vitorianos iban a tocar con La Polla Records, RIP, Kortatu y Cicatriz en el concierto que había organizado el fanzine La Oruga y una Asociación Cultural en el Palau de la Ciudad Condal. Las diez mil personas que acudieron se quedaron sin ver a Hertzainak porque Txanpi y un miembro de la cuadrilla habían sido detenidos en los previos del concierto por posesión de speed. A pesar de los esfuerzos de los abogados que movilizaron urgentemente, no se les liberó a tiempo para poder tocar.
Donde sí tocarían sin embargo fue en los Carnavales de Laudio en 1986, compartiendo cartel con Fiebre en ocasión del evento organizado por radios libres de todo el país. Hertzainak, que eran segundos, vieron cómo su actuación se vería afectada por los disturbios que estaban teniendo lugar por los alrededores debido a alguna extradición. En mitad del concierto empiezan a caer pelotas de goma y botes de humo cerca de donde están tocando. «Estuve tocando el ‘Si vis pacem’ llorando porque cayó un bote delante del escenario y se nos metió todo el humazo allí, y estábamos todos llorando del puto humo de los lacrimógenos como unos descosidos«, relataba Josu Zabala. Parte del público empieza a irse; eso sí, los que se quedan son conscientes del cariz que toman los acontecimientos: «Era como un espectáculo total (…), luces, sonido, pelotas de goma, alcohol, muy bien mezclado. Cuanto más total era el espectáculo, interesaba a menos gente, pero a la gente que le interesaba … le interesaba muchísimo«. Las cosas se precipitan cuando irrumpe en el concierto un Guardia Civil intentando dar caza a un chaval. Pasados los primeros instantes que siguen al desconcierto inicial, el público se percata que el agente de seguridad está solo y arremeten contra él, dejándolo malherido en el suelo. Mientras tanto el grupo sigue tocando, incluso cuando llegan los refuerzos en ayuda del Guardia Civil. «Recuerdo que acabando la que iba a ser la última canción del bis, entró de repente una tanqueta allá en medio de la plaza, disparando balas a diestro y siniestro, en plan ametralladora. Una locura que puso en espantada a todo el público y que nos dejó con el culo al aire durante dieciséis compases (…) Nosotros continuamos allí hasta acabar la canción. Acto seguido en la plaza no quedaba más que la tanqueta y Barrabás – técnico- debajo de la mesa de sonido, nosotros nos metimos detrás de los amplis porque estaba cayendo de todo por todas partes«.
Tras una gira que dan por Irlanda, montada por Rita, amiga de la banda que vino de aquel país a vivir a Vitoria, determinan grabar de nuevo. Para el nuevo trabajo se decide trabajar con Elkar, dejando la que había sido hasta entonces su discográfica, Soñua, en pleno proceso de descomposición. Con el cambio, la banda albergaba la esperanza de poder proyectar su música a un mercado más amplio.
La grabación de «Salda Badago» (Elkar, 1988), el tercer LP de Hertzainak, se realizó en los estudios del sello en Lasarte, bajo la asistencia técnica de Jean Phocas (Errobi). Para la producción escogieron a Ruper Ordorika, a pesar de la nula experiencia en dichas tareas del músico vasco. Su labor se centró principalmente en huir de los barroquismos del trabajo anterior. En su intento por huir de lo ya explorado en entregas previas el grupo encuentra un punto más rockero no exento de cierta elegancia en el nuevo disco.
La gestación del mismo no fue tarea fácil ya que tuvieron que lidiar con problemas internos derivados de un exceso de liderazgo por parte de Zabala («Terminamos todos hasta los cojones del Josu, que decía ‘esto es así y esto es así porque lo he pensado yo'», decía Txanpi) y con inesperados problemas técnicos: las cintas iban perdiendo parte del material ya grabado cuando se utilizaban. Por si fuera poco, Gari volvería a sufrir un aparatoso accidente de moto, que le apartó del estudio durante meses. De hecho, se acordó con Elkar el volver a grabar todo de nuevo. Es por ello por lo que algunos hablan de posible falta de frescura en el disco, aunque resultó ser un álbum con cantidad de argumentos que colocaban a Hertzainak a las puertas de convertirse en la primera banda vasca de rock del momento.
El disco salió a la calle justo cuando el grupo volvía de una gira europea que les llevó por Italia, Suiza y Alemania: dieciocho conciertos en veintitrés días, en los que Tito acompañaba con el saxo y Gari empezaba a hacer sus primeros pinitos con la guitarra. El balance fue positivo pero terminaron cansados de lidiar con tanto centro okupado, los escenarios habituales de la gira.
La relación con Elkar se deterioraría cuando ninguna de las dos partes vio satisfechas las esperanzas depositadas en el acuerdo firmado. La banda criticaba la falta de medios dispuestos en la promoción del disco y desde la compañía no se compartían ni las expectativas de poder comercializarlo fuera de Euskadi ni las formas demostradas por los músicos en las negociaciones: «Una mala hostia y una agresividad improcedentes en unos señores de 30 a 40 años«. Veían además injusto el trato que recibían por parte del grupo siempre que tenían oportunidad de criticar al sello y sin embargo adoptar una actitud lastimera cada vez que requerían de los servicios de la compañía.
No es de extrañar pues que para el siguiente trabajo Hertzainak decidiera dejar Elkar para volver con Marino Goñi, esta vez en Ohiuka, una de las dos ramas en las que se había escindido Soñua. En sesiones diferentes realizadas en los meses de julio y octubre de 1989 en los estudios que Elkar había desplazado a San Sebastian graban los temas que compondrían el maxi «Aitormena» (Ohiuka, 1990) y el LP «Amets Prefabrikatuak» (Ohiuka, 1991), dos trabajos que dispararían a la banda a las cotas más altas de popularidad.
Compuesta a modo de despedida, ya que la banda se planteaba seriamente la posibilidad de parar, «Aitormena» se convirtió, en vez de una confesión íntima, en un fenómeno de masas. En sus dos versiones, la más rockera del maxi y la que incluía arreglos de violines que fue en el LP, la canción ofrecía la versión más suave del grupo, la que renovó la edad media de sus seguidores, llenando las primeras filas de quinceañeras y de mecheros encendidos sus actuaciones. «Eso no se asimila muy bien porque es un cambio demasiado brusco, de que te tiren lapos y latas a que peguen grititos las niñas«, decía Kike. Gari, especialmente molesto por notar que no se había entendido el mensaje e intención de la canción comentaba: «Habíamos madurado (…) ‘Aitormena’ nos abrió a un público mucho más amplio, no tan cerrado, sin tantas connotaciones sociales y políticas (…) También se produjo una pequeña ruptura con nuestro antiguo público, con cierta parte, para los que aquello supuso una pequeña traición«.
Disueltos ya Itoiz, Hertzainak pasaba a ser el grupo de rock vasco de referencia, lejos ya del corsé radikal. «Amets Prefabrikatuak» se convirtió en éxito de ventas. Gari aparecía con la voz en evolución evidente sin nada que ver con las asperezas del principio, se incluían coros femeninos y arreglos cuidados, la banda mostraba imaginería a los Clash en su etapa sandinista… Los vitorianos parecían incluso haber enterrado el hacha de guerra con la escena musical de Madrid, incluyendo una versión del «Tupés en crecimiento» de Derribos Arias, una de las pocas bandas de La Movida Madrileña junto a Radio Futura por la que demostraban una verdadera admiración. Sin embargo, el puente tendido por los vitorianos entre ambientes musicales no fue comprendido por todos. Desde el núcleo más cercano de la banda no se ocultó el malestar que generó que en la entrevista que les hiciera Jesús Ordovás, el locutor de radio, en su programa de Radio 3, no hubiera pregunta alguna al respecto. Cuando le preguntaron al periodista confesó no haberse dado cuenta ya que no había escuchado todo el disco.
Madurando todavía la decisión de dejarlo todo tras el éxito cosechado con «Aitormena», con los miembros deseando encontrar tiempo fuera de la disciplina de la banda, terminan aceptando la propuesta de su manager Julen Arregi (Txalupa, Shanti Records) para formar parte de una «embajada cultural» vasca que va a visitar Cuba. Bernardo Atxaga, Mikel Laboa, Ruper Ordorika, Karlos Arguiñano… acompañarían a Hertzainak en su visita a las islas caribeñas donde darían un concierto en Santiago y otro en La Habana. Para la ocasión prepararían una versión del «Guantanamera«, cambiando la letra a partir de la lectura que del clásico hiciera Robert Wyatt.
Ya de vuelta de su aventura transoceánica y tras unos meses de descanso deciden encarar la que es una de sus asignaturas pendientes de la banda: editar un disco en directo. Además no de cualquier forma sino que apuestan por la autogestión, fundando para ello un sello propio: Aketo. Los días 18 y 19 de enero de 1991 se registraron los conciertos que daría la banda en la sala Txibisto de Bergara. Resgistrado tanto en vinilo como en vídeo, «Zuzenean» (Aketo, 1991) supuso una apuesta arriesgada de quienes con todo el reconocimiento ya ganado y con un público decididamente más amplio de lo que jamás hubieran pensado, no se acomodaron, buscando cómo seguir adelante. El problema es que no midieron bien el coste de dicho paso: «La hostia económica fue impresionante«, confesaba Zabala. «Al final estaban las cuentas desbordadas. Aquello era una locura, así que nos pasamos un año en el que tocamos mogollón, cobrando sesenta talegos y tira como puedas, para pagar el disco, y encima no se vendió tanto como pensábamos«.
Siempre beligerantes con los sellos con los que habían trabajado, Hertzainak parecía vivir una penitencia en su intento de volar independientes. Además, al rastro de cadáveres que va dejando la actitud refractaria de la banda para con el exterior se une ahora su manager Julen, al que sustituirían con Beltza.
Aketo pronto dispondría sin embargo de un nuevo disco que gestionar: un maxi del propio grupo: «Mundu Berria Daramagu Bihotzean» (Aketo / Komites Internazionalistak, 1991), cuyos beneficios se destinaron a una Casa de la Juventud de Nicaragua. Es Beltza, en la órbita de los Comites Internacionalistas, el que propone a la banda dicho proyecto. Grabado en el estudio Lotenzo Records con Aitor Ariño, el disco incluiría dos descartes del directo («Arraultz bat pinu batean» e «Infernuko atean«) más dos canciones compuestas para la ocasión con clara ambientación anti-imperalista: El «Guantanamera» que se llevaran para Cuba y «Yankee go home«, un preparativo para las celebraciones del V Centenario que se avecinaban para el año siguiente.
El nuevo disco no estuvo exento de polémica. Pronto queda de manifiesto que los Comites lo están utilizando como un «gol» marcado frente a otras organizaciones internacionalistas de izquierda. Josu se quejaba por verse envueltos en este tipo de trifulcas: «Nos jodía porque nos sentíamos vigilados y controlados por cierto sector radical integrista, con el cual nosotros no tenemos nada que ver ni hemos querido tener nada que ver. Sentías que la gente te demandaba cosas sin ningún derecho«.
Por otro lado, el hecho de que «Guantanamera» estuviera compuesta en castellano hubiera podido ser una excusa para poder proyectar al grupo por fin a un mercado más allá del estrictamente vasco-parlante. Descartada la posibilidad de incluirla tal cual en un LP normal, el grupo esperaba el posible tirón del disco corto. «Aquel maxi podía haber significado el abrir unas puertas muy importantes porque ‘Guantanamera’ era una canción tradicional muy conocida pero dentro de un contexto muy borroka y actual, y podía haber calado de puta madre en cualquier ambiente (…) Pero ahí se quedó, fue nuestro último cartucho y no lo supimos aprovechar«, reconocía Gari.
El disco se presentó en sociedad a primeros de diciembre en el bar Okendo del casco viejo de Vitoria. Los miembros del grupo se habían dejado bigote, llevaron sombreros de paja y hasta maracas, en el caso de Gari.
Desde 1991 el grupo no hace sino subir. El descalabro del directo no ensombrece la buena acogida del sencillo internacionalista y de los temas que empieza a componer Gari, toda una novedad en la dinámica de la banda. Una de esas canciones, «Une etengabeak«, conforma el corazón de un maxi que graban en los estudios Lorentzo en Beriz (Vizcaya) en abril de 1992: «Une Etengabeak» (Aketo, 1992).
Pero ya desde el momento de la grabación, Gari tiene claro que el grupo no iba a seguir funcionando. En su decisión probablemente pesara el desgaste físico que suponía mantener el ritmo que llevaba militando en Hertzainak. Tras una breve reunión en el caserio-estudio de Gamara en mayo de 1992 se acuerda parar, aunque no sin antes terminar el disco que ya avanzaba el último maxi y hacer algunos bolos para presentarlo. Josu analizaba a toro pasado la decision: «Hubiera sido más lucrativo seguir que lo que tengo que hacer ahora, pero nos hubiéramos resentido muy fácilmente y hubiéramos acabado a hostias por cualquier cosa si hubiéramos seguido mucho más tiempo«.
A pesar de que las críticas que se vertieron sobre su ultimísima etapa, y en especial con respecto a la aparente premura con la que se prepara su disco final, «Denboraren Orratzak» (Oihuka, 1992), Josu mantenía que ya en la grabación del maxi anterior, la banda se quedó con bastante material de sobra. «En el maxi de hecho se pudo elegir temas para meter unos u otros. El disco, si no estaba realmente acabado, sí estaba más o menos perfilado«.
El disco, grabado en los nuevos estudios de Elkar en San Sebastián, se situaba en parámetros diferentes a los desarrollados hasta entonces por Hertzainak. Gari firma la música de tres de los diez temas y propone la versión más aterciopelada de su voz. Era un ejercicio impecable con canciones más que solventes a las que tan sólo cabría pedir la pegada y rudeza que el grupo tenía años atrás. No es que se hubieran ablandado sino como reconocía Josu en la entrevista a Rockdelux, se habían hecho mayores. En la misma, el bajista se permitía resumir la rayectoria de la banda de la siguiente forma: «Siempre huyendo del público, tocando contra el público, manteniendo el objetivo central de revolver, de ser revulsivos o al menos mover el cotarro del país«.
Giraron en su presentación de disco y despedida por todo el País Vasco para terminar el 24 de enero de 1993 en el pabellón de Anoeta de San Sebastián tocando con La Polla Records y colaboradores.
Tras la disolución de Hertzainak, Txanpi y Kike entran en la disciplina de Doctor Deseo en 1995. Gari encontró acomodo en las letras de Bernardo Atxaga y Edorta Jiménez y acompañado de una banda presentó un disco en solitario ese mismo año. La línea general del mismo parecía seguir la del último disco de Hertzainak. Josu por su parte fue el que más ligado quedó a las máquinas. Junto al batería de Potato montó los estudios Matxinbarrena desde donde se confeccionaron maquetas y grabaciones varias de bandas como Contrabando, Bokanada, Kontrario o Anticuerpos. Junto a los bertsolaris Unai Iturriaga e Igor Elortza puso adelante 7 Eskale. De todos estos movimientos posteriores informaba «Historia del Rock Vasco» (Baga Biga Produkzioak, 2011) de Elena López Aguirre.
En 2012 se les pudo ver tocando juntos de nuevo. Lo hicieron en abril de ese año en el concierto que organizó la asociación Aianai para honrar la memoria de Johny Brusko (integrante de Potato) y de Tito, el saxofonista de los últimos, que había fallecido un mes antes. En el evento tocaron Gobeo Bay, Julen Trepiana y Oki, proyectos que salieron de Potato.
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