Siempre aseguraron que lo del nombre iba por la fruta, no por la ciudad y cuidaron mucho que las portadas de algunos de sus discos así lo atestiguaran. A pesar de todo hay que poner lo de la fruta en cuarentena porque en un principio Granada hacía una música encuadrable en lo que se llamó rock andaluz. Madrileños sí, pero rock andaluz también.
La historia comienza a mediados de la década de los 70 y gira alrededor de la figura de Carlos Cárcamo, un excelente músico capaz de defenderse igual de bien con la flauta y los teclados. Apoyándole en esta aventura, encontramos inicialmente a Michael Vortreflich (guitarra), Juan Bona (batería) y Antonio García Oteyza (bajo). Enseguida van a llamar la atención del productor Gonzalo García Pelayo, que los va a fichar para su sello Gong y los va a meter en los estudios Kyrios, a las órdenes del ingeniero Javier Loeches, que ve en el sonido del grupo, una oportunidad para su lucimiento técnico.
El primer LP «Hablo de Una Tierra» (Gong, 1975) es alumbrado en 1975 y cuenta, entre otros, con la colaboración de lujo del guitarrista flamenco Manolo Sanlúcar y las guitarras acústicas del trío Tílburi. En aquella época ensayaban en la calle Castello, en casa de Juan, que contaba con habitaciones insonorizadas. Aquel primer LP les granjea una cierta fama en la capital y actúan en el festival de Burgos, el famoso festival de la Cochambre, junto a Iceberg, Tílburi, Eduardo Bort y Triana.
A finales de 1975 hay una auténtica revolución en el grupo y Carlos, auténtico hilo conductor de esta banda, cambia a todos sus compañeros de camino. El primer cambio fue de guitarrista, entrando Javier Monforte. Graban en los estudios Sonoland, de Madrid, su segundo LP: “España, Año 75” (Gong, 1976) y nada más terminar la grabación el bajo y el batería van a ser sustituidos por Chicho Hipólito y Miguel Bullido, respectivamente. Por supuesto, también hay cambio de local de ensayo y van a pasar al sótano de una pescadería en la calle Escalinata. Ahora Granada se nos muestra como un potente grupo de rock sinfónico en la onda de Yes o Emerson, Lake & Palmer. Su sonido se basa en los teclados por entonces de última generación: mellotrón, moog, teclados de cuerdas Elka o Solina, piano eléctrico Rhodes, etc. Bajo estos teclados novedosos, una contundente pareja rítmica y picoteando la melodía aquí y allá, la guitarra de Javier. Este LP es considerado por muchos lo mejor de Granada y una de las cumbres de la música progresiva nacional. Granada va cimentando una fama de grupo de culto con canciones tan logradas como: “La auténtica canción del verano” o “Noviembre florido”, esta última editada en un single en el que ocupaba ambas caras. Con esta formación renovada actúan en Canet 76, alternando con lo mejorcito del progresismo.
Pasado aquel caliente -en todos los aspectos- verano de 1976, Chicho, Miguel y Javier deciden dejar el grupo y Carlos debe reconstruirlo de nuevo. Esta vez va a entrar un joven guitarrista cartagenero: Carlos García Vaso, que aparece en los créditos como Carlos Basso. Las baquetas van a ser para otro histórico: Antonio Rodríguez, que procedía de Smash y el bajo estará en las manos de Julio Blasco, que procedía del grupo Banana. Pero la auténtica diferencia la va a marcar Joaquín Blanco, que va a incorporar su gaita y su bombarda al grupo. Cambio de formación, cambio de dirección. Ahora ensayan en los locales de Ajalvir. Por allí andan también gente como Araxes II y otros grupos madrileños de rock progresivo. Con esta nueva formación actúan en 1977 y graban su tercer álbum: “Valle del Pas” (Gong, 1978). Ahora, los siempre eclécticos Granada, se nos muestran como un grupo de fusión, en los que los elementos folk y lo que dio en llamarse música celta, marcan la pauta sonora. Un buen disco de difícil digestión en el que abunda la música descriptiva, tan neblinosa como el paraje que le da nombre. Música compleja para escuchar detenidamente más de una vez. Este disco es grabado en Torres Sonido con Joaquín Torres, ex de Los Pasos como técnico.
En 1978 hacen sus últimas actuaciones, participando ese verano en el espectáculo Rock and Gira que recorrió toda España y en el que participaban Asfalto, Salvador y Granada. Ahí ya no estaba Carlos García Vaso, que había sido sustituido por Tomás. Por entonces Carlos había dado un giro total a sus concepciones musicales y andaba imaginando lo que luego sería Greta. Algo después llegaría Azul y Negro.
La razón de la desaparición de Granada la cuenta Carlos sin ningún tapujo: “El grupo se disuelve cuando empiezo a pasarme con las drogas. Me esnifé los pianos y los sintetizadores y todo se fue al carajo”.
Granada o, lo que es casi lo mismo, Carlos Cárcamo ha sido uno de los proyectos más innovadores a los que uno podía enfrentarse en aquella osucra década de los 70 Imbuidos de la filosofía hippy, su música era cuidadosamente elaborada. Grupos como Jethro Tull pesaron mucho como influencia más reconocible, pero Granada lejos de copiar, adquiría cada año una personalidad distinta. Sus tres LP parecen salidos de distintos grupos y es que el continuo cambio de miembros le dio versatilidad, pero les privó de la necesaria continuidad para fraguar un estilo reconocible.
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