Xavier Patricio Pérez (Buenos Aires, 1951 – Caldas de Montbui, 1990), conocido artísticamente como Gato Pérez, fue un músico hispanoargentino esencial para apuntalar el género de la rumba catalana. Destacó por sus poéticas letras, siempre con un ojo en las calles de una efervescente Barcelona, que combinaba con una música de corte mestizo y popular. Al tiempo, volteó la imagen del cantautor, fundiendo sus textos en ritmos ágiles, casi siempre bailables.
Estudió bachillerato en un colegio inglés, y pronto despertó una tremenda pasión por la música y los coches (siempre quiso ser piloto de rallys). A los doce o trece años ya cantaba canciones de The Everly Brothers. Creció entre mujeres -“Todo sexo femenino”- y con una adoración absoluta por su abuelo.
Xavier llegó a España en plena adolescencia con su madre, según recuerda ella misma en el documental “El Gran Gato” (2003) de Ventura Pons, el 28 de abril de 1964. Su padre había hecho antes el mismo trayecto. Su progenitora no olvida lo mucho que tuvo que pelear para convencerlo, ya que tenía buenos amigos en Argentina. Llegó a encerrarse para no tener que hacer el viaje, pero tras duras negociaciones aterrizó en la Ciudad Condal.
Su amigo Javier Mariscal recuerda al Gato con cariño y explica que “fuimos dos de los que llegamos antes de que muriera Franco, y buscábamos un espacio de libertad”. Para ellos, “Barcelona era una ciudad bellísima, como una señora maravillosa que habían escondido en un armario. El puerto se metía por dentro de Las Ramblas, que era como el útero de una mujer. Había noches que veíamos mafiosos con sus trajes y sus pistolas”. A la Ciudad Condal dedicaría una buena parte de sus canciones, convirtiéndose en una suerte de cronista musical. El periodista Jordi Turtós recordaba en la revista Ritmos del Mundo que “la rumba incorpora a Barcelona a partir del Gato, él incorpora esa escenografía barcelonesa a las canciones”.
Xavier tuvo clara su vocación por la música y dejó los estudios. Tras una experiencia con su amigo Rafael Zaragoza -Zarita- en el grupo Revelación Mesmérica, a finales de los 60 probó suerte en Londres, volviendo con las manos vacías. A su regreso se empapó del ambiente musical barcelonés y de la efervescencia vital y cultural que se vivía en salas como la Zeleste, a la que homenajeó en “Ebrios de soledad”.
Tras participar de otra nueva aventura con el grupo country-rock Slo-blo, Xavier formó en la segunda mitad de los años 70 junto a gitanos catalanes el combo jazz-rockero Secta Sónica, un grupo que facturó una música atrevida y experimental en el que las guitarras tenían el principal protagonismo. Editaron dos álbumes, “Fred Pedralbes” (Edigsa, 1976) y “Astroferia” (Edigsa, 1977); ambos reeditados por el sello barcelonés Picap en 2010, cuya labor es necesario reconocer.
Conocedor en profundidad de la tradición de la música popular de su país natal (tango, milonga, bolero), el Gato no se conformó con este proyecto y buscaba un género en el que pudiese plasmar toda su narrativa de barrio, próxima a lo que hace Rubén Blades con la salsa, de un modo profundo y a la vez accesible. Una noche se acercó a las fiestas del barrio de Gràcia y los sonidos le enamoraron: se prendó de la rumba, y dio un volantazo a su carrera musical. Su primer disco bajo el nombre de Gato Pérez, “Carabruta” (Belter, 1978), fue una muestra de que comenzaba a encauzar su enorme talento para componer, aunque no le dejó satisfecho y sufrió una depresión tras su publicación.
Afortunadamente, el Gato tenía claro lo que quería hacer y siguió insistiendo. “Romesco” (Edigsa, 1979) -reeditado por Picap en 2007-, discazo con una filosofía humanista y libertaria, tuvo una mayor aceptación y la poderosa discográfica EMI lo fichó por cinco años. “Atalaya” (EMI, 1981) todavía subiría el nivel con canciones como “Gitanitos y morenos”. Llegó a despachar veinticinco mil copias en España y América Latina.
Sus discos posteriores tuvieron una menor repercusión. “Prohibido Maltratar a los Gatos” (EMI, 1982) se editó, tras un primer percance de salud, “bajo los efectos del agua mineral sin gas”. “Flaires de Barcelunya” (EMI, 1983) fue el primer álbum íntegro en catalán. “Música” (EMI, 1983) tenía buenas canciones pero pecaba de cierta inconsistencia. En “Ke Imbenten Eyos” (EMI, 1984), Gato coqueteó con el funk, y en “Gato x Gato” (Picap, 1986) -reeditado por Picap en 2003- homenajeó a Barcelona. En “Ten” (Picap, 1987) -reeditado por Picap en 2003-, el músico hispanoargentino se dejó seducir por la pegada de las bases electrónicas. Entre medias colaboró en la banda sonora de la película “La Rubia del Bar” (1986) de Ventura Pons, también reeditada por el sello barcelonés en 2003.
En 1988 mostró otra faceta y firmó como productor el disco “Estrellas de Gracia” (GBBS, 1988), en el que se reunieron algunos de los nombres más destacados de la rumba del barrio barcelonés.
El Gato no llegó a alcanzar un éxito acorde con su talento y en “Fenicia” (Guapa, 1990) -reeditado por Picap en 2007- trataba de ganar el corazón del público con canciones nuevas y algunos éxitos de discos anteriores. Fue el último disco de estudio -se editaron a título póstumo recopilatorios como “El Último y el Primero” (K Industria Cultural, 1996) o “Rumbero” (EMI, 1999)– de un artista de pies a cabeza.
Un tipo, recuerda Jaume Sisa, que dominó los tres palos de la sabiduría vital: “Atalaya, biblioteca y calle, decía el Gato. La atalaya era el coco, saber tener en ciertos momentos una visión distanciada y clara sobre las cosas”. Un músico que cantó letras festivas y amargas, pero sin negociar jamás unos ritmos populares y alegres. Un infarto de miocardio se lo llevó en 1990 y la gran “Se fuerza la máquina” resultó premonitoria: “Este género divino, esta música excelente / que es la música del pueblo, con la que baila la gente / tiene un gran problema, amigos, tiene un serio inconveniente / exige tantas energías que la salud se nos resiente”.
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