Si buscamos Bushido en la Wikipedia nos encontramos con la siguiente definición:
“Es un código ético estricto y particular al que muchos samurái (o bushi) entregaban sus vidas, que exigía lealtad y honor hasta la muerte. Si un samurái fallaba en mantener su honor, podía recobrarlo practicando el seppuku (suicidio ritual). Se dice que desde pequeño, el bushidō era inculcado a los japoneses de la clase dirigente incluso antes de despegarse del pecho de la madre”.
Otra de las acepciones que nos encontramos es el grupo que en el 2004 montan cuatro amigos bien avenidos: Bunbury –Héroes del Silencio-, Carlos Ann, Shuarma –Elefantes– y Morti –Skizoo, El Fantástico Hombre Bala-. Una formación ocasional nacida para la producción de “Bushido” (EMI, 2004) y que una vez alcanza su objetivo desaparece sin dejar rastro. Sólo nos dejaron quince canciones cantadas al abrigo del bar más cercano, con los tintes de un cabaret electrónico emotivo y mucho riesgo sentimental. Cada uno de los cuatro intérpretes aporta su propia identidad y la titularidad vocal se va alternando corte tras corte.
Enrique Bunbury comentaba en una entrevista concedida a la web Muzikalia allá por mayo del 2004 lo que para él supuso Bushido: “Yo recibo un buen aprendizaje de Bushido. Muchas cosas que me gustan especialmente de ese espíritu. La inmediatez, la espontaneidad… vivir dentro de una canción. Todo eso son cosas que con Bushido hemos vivido de forma muy descarada, muy bestia y en cierto modo eso también tiene que ver con ‘El Viaje a Ninguna Parte’. Pero ‘El Viaje a Ninguna Parte’ lo empecé a componer antes de grabar Bushido. Empecé en enero y Bushido lo grabé en mayo o algo así. Pero son proyectos que han convivido juntos han estado sucediendo más o menos en el mismo tiempo”.
El caso es que los cuatro implicados se encierran durante quince días en las afueras de la localidad tarraconense de Riudoms para grabar otras tantas canciones. Sólo se fijó una norma inicial: los temas tenían que nacer en el propio encierro, no valía presentarse con composiciones escritas con anterioridad. La selección de los componentes no es producto del azar o la casualidad: todos ellos son ante todos amigos que tienen como vínculo fundamental la figura del aragonés errante. Bunbury sería el productor del disco con el que Elefantes alcanza la transcendencia –“Azul” (Hispavox, 2000)-, él juega un papel muy importante siendo también el responsable de buscarles una discográfica en condiciones y colaboraciones de lujo. Morti es el que ejerce de intermediario entre Enrique y Elefantes. Carlos Ann, por su parte, es un colaborador habitual del aragonés.
Es en el 2000 cuando podemos hablar de la génesis de Bushido. La idea es la de reunirse para sacar adelante un proyecto común en el que dar rienda suelta a una creatividad regida por la libertad y el consenso. El proyecto se va dilatando con el tiempo y no es hasta el 2003 cuando reunidos en un restaurante japonés se dan cuenta de que no pueden dejarlo pasar por más tiempo, que es un ahora o nunca. Por lo que aparcan sus proyectos personales y se encierran para producir un disco atípico y original que no llega a deslumbrar pero nos deja alguna que otra buena composición.
El fin del grupo se produce con la salida a la venta del disco, ya que sólo nos encontramos con unos cuantos actos promocionales y un puñado de entrevistas, y después cada uno retoma su carrera personal, unos con más suerte que otros, eso si.
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