El efecto pigmalión se ceba a veces con muchos grupos de calidad. El etiquetado a algunas bandas hace que no consigan subir a Primera División y se queden en categorías regionales. Buenas Noches Rose es un claro ejemplo de ello. Aquello tan leido de “grandes críticas, mejores conciertos, pero pocas ventas” es el espejo donde se reflejaron los madrileños durante su corta (pero intensa) andadura por la piel de toro. Buenas Noches Rose se fundó en 1992 en el Instituto de la Alameda de Osuna (Madrid), conocido como el Seattle español. Cinco compañeros se unieron para hacer música inspirados en clásicos del rock como Led Zeppelin, dieron su primer concierto en el gimnasio de su instituto, con Jordi –Skywalker– Piñol a la voz, Alfredo Fernández Alfa (Perros de Paja, Le Punk) y Rubén Pozo (Pereza) a las guitarras, Juampa Otero al bajo y Sergio Martijala a la batería. Esta formación duró poco, ya que sustituyeron a Martijala por Rober Aracil (Café Olé, Pereza, Manaia) y comenzando a tocar por garitos de Madrid con composiciones propias.
En uno de esos bolos conocieron a Sergio Santos y Pablo Pinilla, pasando a ser sus productores y firmando para la compañía independiente Madison un contrato discográfico. Con todo esto, y con unas cuantas canciones de rock stoniano en la maleta, viajaron hasta Rávena para grabar el que sería su primer larga duración, el homónimo “Buenas Noches Rose” (Madison, 1995). En este primer disco, en el que encontramos la rabia primigenia y adolescente en las composiciones de Alfa y Rubén, podemos destacar el single “Buenas Noches Rose”, que llegó a sonar con cierta frecuencia en las radiofórmulas comerciales.
Empezaron a dar conciertos y más conciertos. La entrega del grupo en los directos, unido a la carismática forma de cantar e interpretar de Jordi Skywalker, le fueron granjeando un buen nivel en el boca a boca de la época, aquella en la que los cassettes todavía pasaban de mano en mano. Otros temas como “La leyenda del lobo cantor”, inspirada en el libro de George Stone, “Sentado en el barro” (segundo single), “La granja” o “Una noche más” nos llevaban a una vertiente de ruptura con el orden establecido pseudo punk. También encontramos momentos netamente poéticos como “Del mismo modo”.
Con “Buenas Noches Rose” en la calle y unas 7000 copias vendidas sin apenas promoción, las buenas críticas del mismo, así como sus lisérgicos conciertos, llamaron la atención de BMG-Ariola, los cuales decidieron ficharlos para sacar su segundo disco, “La Danza de Araña” (Ariola, 1997). Después de un tiempo de espera con el contrato ya firmado, sonó el teléfono dando luz verde a sus demos, proponiéndole grabar con Mike Tacci (Metallica) en los estudios Kirios, con amplis artesanales y todo haciéndolo al modo clásico, en analógico. Querían darle a su siguente trabajo un sonido arenoso a la vez que limpio, pasando del rock hormonal de su primer trabajo, al rock-blues setentero con letras sacadas de la parte mas oscura del lóbulo parietal izquierdo. Sentimiento en estado puro. Con todo esto, las canciones de lo que terminó siendo “La Danza de Araña”, se terminaron de grabar, no sin pocos incidentes durante la etapa en el estudio donde, entre otras cosas, rompieron tres coches, una mesa de mezclas, varios auriculares, micros… eso si, ni una cuerda de guitarra. Ante aquellos incidentes, a modo de exorcismo, realizaron un pequeño altarcillo que posteriormente fue la portada de aquel disco.
BMG-Ariola se encontró entonces con un gran disco con un un sonido envidiable, un par de singles radiables, una portada tremendamente transgresora y ninguna gana de promocionar el trabajo. Lo único que hizo la discográfica fue darle un tremendo autobús para recorrer España, anunciando su concierto tocando encima de él por las mañanas, y en alguna pequeña sala, presentar su excepcional disco. Además, se editó el comic “Buenas Noches Rose, Realidad Tour 1998” (Under Comic 1998) sobre la banda que incluía un cd single con las canciones “Madre” y “Dulce Rocanrrol”. Se propuso como single para las radiofórmulas la canción “Campanilla”, que pasó sin pena ni gloria por el puesto 40 de Los 40 Principales, el 2 de Mayo de 1998. De aquella época, también podemos destacar la participación en el disco homenaje a Rosendo, con la canción “Del pulmón”.
Tras una extensa gira, donde además de dar extraordinarios conciertos, tuvieron la suerte de telonear a Deep Purple o Bryan Adams, su frontman, Jordi Skywalker, decidió abandonar el grupo el 11 de Junio de 1998, justo antes de dar un multitudinario concierto en el puerto de Tenerife, junto con Prodigy. Varias fueron las causas de aquel abandono. Además de estar esperando la llegada de su primer hijo, pensó que necesitaba un respiro espiritual y se fue a vivir a Mecina-Bombarón (La Alpujarra, Granada), tal y como él dice, “a buscar a Dios a las montañas”. Ante este panorama, el cuarteto decidió seguir hacia delante con Alfa a la voz y guitarra, pero los pocos apoyos que tenían empezaron a disminuir, la compañía no recuperó su inversión tras 3500 copias vendidas y decidió rescindir el contrato que tenía con el grupo. Fue lo que ellos llamaron, “el año chungo”.
Tras un paréntesis, donde divagaron sobre la viabilidad de Buenas Noches Rose en el panorama musical, decidieron dar un paso hacia delante y grabaron unas maquetas que distribuyeron entre las distinta compañías, haciendo lo que José Ignacio Lapido llama “la ruta de los sordos”. Tenían grandes canciones esperando, pero nadie marcaba su teléfono. Sólo les llegó una oferta de Avispa en unas condiciones realmente irrisorias para un grupo que, sin apenas promoción, había colocado en el mercado unas diez mil de copias de sus trabajos. Decidieron romper su hucha, pero se encontraron las telarañas que “la Araña” les dejó y se lanzaron a autoproducir su tercer trabajo, “La Estación Seca” (Arte-Bella, 1999), vendiendo anticipadamente algunos ejemplares y acordando pagos aplazados en el estudio La Isla que su productor, Pablo Pinilla tenía en su casa. Finalmente, de la distribución se hizo cargo la empresa Arte Bella, que fue también quien hizo las veces de “discográfica”, aunque todos los derechos fuesen del propio grupo.
Con todo este sistema de ayudas y de gestión, “La Estación Seca” vio la luz. Doce canciones para las que contaron con la colaboración, entre otros, de Ariel Rot, Rosendo o Merche Corisco. Editaron 2500 copias del disco que presentaron a lo largo y ancho del país. El ritmo de ventas y de conciertos no fue el que ellos habían calculado haciendo las cuentas de la lechera, así que durante un tiempo, se vieron obligados a trabajar señalizando carreteras por la mañana, y dando bolos o ensayando por las noches. En “La Estación Seca”, podemos encontrar la maravillosa canción que le da título al disco, una balada donde reflejaba su situación en aquellos momentos, otros temas con unos riffs guitarreros setenteros, momentos de intromisión, momentos de ira, momentos que emocionan… Y todo se quedó en eso, en grandes momentos que llegaban a su fin.
Así, después de vender las 2500 copias que grabaron y sin deber un duro a nadie, el 5 de Septiembre del 2000 firmaron su defunción en una carta de despedida que enviaron a un servidor. A partir de ahí, acuñé la expresión “el espíritu de Rose” para reflejar el nuevo momento o el renacer de la banda. Algo así como el blues número 30 de Robert Johnson, del que todo el mundo habla, pero realmente nadie ha escuchado. “El espíritu de Rose” ha tenido la misma reproducción que las esporas de las setas, se ha ido esparciendo y esparciendo y al final, aparecen los frutos. No son pocos los aficionados a la música, que van descubriendo a este gran grupo a través de la que fue su mejor promoción, el boca a boca. De hecho, se van a cumplir los primeros 10 años sin los Rose y se prevé la publicación de un disco homenaje editado por La Casa con Ruedas, pero aún está en el aire. En breve podremos tener noticias del mismo. Así, los Buenas Noches Rose han pasado a ser un grupo de culto. El resumen de la intensa vida de los Rose, se refleja en la frase con la que ellos se despidieron: “que nos quiten lo bailao”.
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