Corren los 80, en el ecuador de la década por los pasillos de una Facultad de Filosofía un joven va escuchando su walkman, tropieza con otro que le mira con cara de «mira por donde vas, tío«. Nuestro protagonista se disculpa y sigue su camino dejando atrás al chaval con la camiseta de Ramones; en realidad tampoco tenía muy claro qué le había dicho el punkarra; tenía puesto a Sonny Rollins a todo volumen en sus orejas.
Jacobo Gascó (que así se llama nuestro joven del walkman) y un grupo de amigos deciden un buen día, en una de sus conversaciones sobre vinilos de Lee Morgan y Jimmy Smith, quedar para tocar la música que les gusta. Tenían en común muchos discos y muchas ganas. ¿Montar un grupo heavy? Eso era demasiado obvio, era más divertido juntarse y tocar los temas de series como «Starsky and Hutch» (ABC), «Hawaii Five-O» (CBS) o «Charlie’s Angels» (ABC); y de camino intentar emular a sus ídolos. ¿Y por qué no pegarle también al funk? A todos les encantaban Earth, Wind & Fire.
Empezaron a pasar los meses y los inicios no fueron fáciles. Ciertamente era difícil en 1984 encontrar sitio para tocar cuando no te fijabas en Van Halen; pero ellos no se rindieron, y no lo hicieron simplemente porque su objetivo era la diversión, divertirse y divertir sin más; con el objeto de tomarse las cervezas gratis en el local donde tocaran.
Pasaron los años, los locales de ensayo, pasaron músicos y de golpe y porrazo cuando llevan ya dieciséis años siendo una banda de aficionados se encuentran inmersos en el negocio discográfico. Firman un contrato con Subterfuge y graban un brillantísimo «Persecución Implacable» (Subterfuge, 2000) en el que demuestran una madurez que acongojó a todos (primer disco después de dieciséis años…), actúan en «Los Conciertos de Radio 3» (TVE) y su profesionalidad convence a todo el mundo. Por aquel entonces la banda estaba formada por Ramiro Tersse –Ramiroquai– (batería, percusión, programaciones y producción), Ricardo Vetti (bajo), Alfonso Arias –Papuchi– (guitarras), Jacobo Gascó (saxo tenor), Antonio Muñiz (saxo barítono) y Julián Rivero (trompeta).
Y de repente llegó la notoriedad, la escena independiente y los aficionados a la música negra, al funk y al acid jazz los elevan a los altares. Tras seguir tocando en festivales y salas de conciertos editan, ya sin Muñiz, su segundo trabajo, «Suerte y Padrino» (Subterfuge, 2002), que supuso el espaldarazo definitivo; lejos de caer en la tentación de hacer melodías fáciles, se volcaron en unas melodías divertidas y frenéticas; y todo el mundo tan contento.
Un año después deciden editar un disco de remezclas, grabaciones inéditas y cosas raras al que llaman «Insólito» (Subterfuge, 2003), en el que destaca las primeras apariciones de una pista de voz en su discografía. Colabora con ellos Lichis, de La Cabra Mecánica.
Siguen explorando nuevas alternativas de sonido y vuelven a la carga con «Beleça» (Subterfuge, 2005), un disco con registros más electrónicos y regusto brasileño, fichan en esta ocasión a la cantante Susana Ruiz de Celofunk. Pese a lo arriesgado del envite salen airosos.
Casi como si quisieran desquitarse de tantos años sin publicar nada, editan el recopilatorio «XX Aniversario» (Subterfuge, 2006) para cerrar inesperadamente un ciclo, no firman con Subterfuge y lo hacen con Pescador de Estrellas, una filial de EMI. Editan entonces su «Conexión» (Pescador de Estrellas / EMI, 2008), disco que no a todo el mundo le gustó de igual manera, o que por lo menos no fue tan sorprendente como los anteriores, pero que sigue mostrando la solidez por la que se han hecho merecedores de la autoimpuesta etiqueta de «Música para un guateque sideral«.
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