Dentro del cajón de sastre sesentero de chicas ye yé hubo de todo. Adolescentes chillonas, adolescentes de efímera carrera, graciosas tonadilleras pop y cantantes hechas y derechas. A este último apartado pertenece la valenciana Adriángela, nombre un tanto rebuscado al que insufla vida María José Guillen.
María José había estudiado piano y canto en el Conservatorio de Valencia y había hecho una tímida aparición en 1961, debutando en el I Certamen de la Canción de Madrid. La chica gusta y graba un EP para el sello Iberofón. Participa en Benidorm el siguiente año. No pasa absolutamente nada y regresa a Valencia, donde sigue con sus estudios y actúa esporádicamente.
En 1965 el sello Zafiro se fija en ella y la lanza poniendo en el mercado aquel año nada menos que nueve discos entre singles y EP, aunque varios de ellos repiten las mismas canciones. Esto desconcierta un tanto al posible comprador que se ve apabullado por tanto disco. El resultado de ese despliegue es que aunque Adriángela se hace con un cierto renombre, ninguno de sus discos sube demasiado arriba en las listas. Ese año es una de las precandidatas para Eurovisión, puesto que finalmente sería para Raphael, y Adriángela gana el Festival de la Canción Española de Palma de Mallorca con la canción «Recordar«.
Su voz trabajada y profunda tiene poco que ver con sus compañeras de camada. Adriángela sí es una cantante de verdad, con la extensión, afinación y potencia necesaria para interpretar temas exigentes. Ella es de las pocas que van a atreverse a versionar temas que triunfaban en las voces de Dionne Worwick, Dusty Springfield o Sandie Shaw; es decir, la única capaz de enfrentar su garganta a las divas del pop de aquellos años. Sus elaborados peinados son otra de las señas de identidad de la cantante.
En 1966 va a grabar un nuevo sencillo con temas compuestos para ella por Los Brincos y va a alcanzar un notable éxito con la adaptación española de dos temas cinematográficos que triunfaban en la pantalla: «Un Hombre y una Mujer / Doctor Zhivago» (Zafiro, 1967). Sigue siendo asidua de los festivales veraniegos, venciendo en 1969 de nuevo en Palma de Mallorca y siendo eterna aspirante a Eurovisión, puesto que finalmente no lograría, pues ese año sería otra ye yé reciclada, Salomé, la que se llevaría el gato al agua, venciendo en un Eurovisión que ese año se celebró en Madrid. Finalmente rompe con Zafiro que, tras apostar fuerte en años anteriores, parece desentenderse de la cantante. Ficha con el modesto sello Sintonía con el que realizará sus últimas grabaciones.
Retirada a principios de los 70, se establece en Torremolinos, donde en la Navidad de 1973 abre un piano-bar que lleva su nombre y se convertirá en uno de los locales nocturnos más conocidos de aquella ciudad. A Adriángela le sobró voz y seriedad profesional y le faltó una canción rompedora y un poco de suerte. Con todo, ahí quedan sus olvidados discos para evidenciar que fue una de las mejores voces femeninas de la década de los 60, con una calidad interpretativa y una variedad de registros que pocas mujeres han superado en el pop español.
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