En plena década de los 60, cuando toda actividad de partidos políticos y sindicatos de clase está prohibida en España, es la canción de autor la que se hace depositaria de las consignas políticas y de la función de concienciación de una adormecida población laboral y estudiantil. En Madrid, en 1967 unos pocos universitarios dan vida a la denominada Canción del Pueblo y comienzan a ofrecer recitales en barrios obreros y colegios mayores. Allí están entre otros los tres cantautores que habían formado Ensayo I, Elisa Serna, Hilario Camacho y Adolfo Celdrán. No es nada fácil y la censura convierte su actividad en semiclandestina. Para 1969 el grupo como tal está prácticamente deshecho, pero sus principales representantes comienzan a abrirse paso por separado en el difícil mundo discográfico.
Adolfo Celdrán había nacido en Alicante en 1943 y hacia 1965 se había trasladado a Madrid para estudiar Físicas. En la Universidad Complutense había comenzado su vida teatral y musical. Tras su participación en numerosos recitales en los que se cantaba, se recitaba a los poetas semiprohibidos por el franquismo y se alentaba a los asistentes a una resistencia al franquismo, Adolfo consigue su primer contrato discográfico, apareciendo un single de tres canciones: “Cajitas” (Movieplay, 1969). Los otros dos temas son el himno partisano “Bella ciao” y “General”, sobre textos de Bertolt Brecht a la que enseguida se puso el sello de “No Radiable” y que a menudo era tachada por la censura de la lista de canciones de los recitales. Con todo, el disco se defiende bien en el mercado y aparece tímidamente en algunas listas de éxito.
Al año siguiente va a aparecer su primer LP, seguramente el más recordado de su carrera ya que supuso no solo un aldabonazo a las conciencias y una puesta en vinilo de textos de poetas básicos del siglo XX, sino que además fue la constatación de que una canción comprometida, panfletaria incluso, podía ser musicalmente una obra de gran calidad y sus productos podían funcionar en un determinado sector del público. “Silencio” (Movieplay, 1970) con portada diseñada ex profeso por el pintor Juan Genovés. En él, junto a canciones propias, aparece otra compuesta por Hilario Camacho, poemas musicados de Bertolt Brecht, Nicolás Guillén, León Felipe y Jesús López Pacheco. El disco, a pesar de las ampollas que levantó en el régimen, obtuvo algunos premios de la prensa especializada. Junto al LP se editó un single con dos de sus temas: “¡Qué Pena! / Canción de la Novia del Pescador” (Movieplay, 1970).
Lejos de aupar su carrera, la censura vetó sus actuaciones, sus discos fueron eliminados de las escaletas radiofónicas y Movieplay rompió su contrato. Era un cantante maldito y le costaba componer. Regresó a Alicante y se olvidó un tanto de la música. Durante esos años de retiro escribirá y estrenará su primera obra de teatro.
Pero en Portugal los tanques y los soldados salieron con claveles en las bocachas de sus armas para derrocar la dictadura y Adolfo revivió al tiempo que aquí el fascismo daba sus últimas bocanadas de sangre. Movieplay volvió de nuevo a firmarle contrato al ver que justo esa música era demandada. De vuelta en Madrid, se mete en un estudio con su habitual arreglista, el cantautor argentino Carlos Montero, para alumbrar “4.444 Veces por ejemplo” (Movieplay, 1974), un homenaje a la vida y obra del poeta Miguel Hernández. También incluye poemas de León Felipe, Nicolás Guillén y Antonio Gómez, todos musicados por el propio intérprete.
Como una lógica continuación del anterior surge “Al Borde del Principio” (Movieplay, 1976) dedicado íntegramente a Miguel Hernández, convertido ya en su auténtico poeta de cabecera. Como los anteriores se trata de un trabajo formalmente impecable en cuanto a su edición, algo poco habitual en las producciones españolas relacionadas con el folk y sus derivados. Ese año Adolfo publicará también su primer libro de poemas. A partir de los homenajes que se rindieron a Miguel Hernández, Adolfo traba conocimiento y pasa a militar en el recién legalizado Partido Comunista, aunque siempre como miembro de base sin aceptar cargos políticos relevantes.
En 1977, salidos ya del mal sueño que había durado cuarenta años, Adolfo Celdrán se venga de algún modo de las penurias anteriores con “Denegado” (Movieplay, 1977) en el que se incluye sus canciones total o parcialmente censuradas en años anteriores. Ese mismo año había publicado un sencillo un tanto oportunista: “Vota Bien y Mira a Quién” (Movieplay, 1977).
La canción popular de autor queda aparentemente fuera de juego en aquellos años. Los políticos se prodigan en mítines y actuaciones y los cantautores o se convierten en sus palmeros o desaparecen. Adolfo elige este segundo camino y marcha de nuevo a su Alicante natal para convertirse en profesor de su universidad, puesto en el que permanecerá hasta su jubilación.
Sigue vinculado a la cultura izquierdista y comunista más comprometida y responsable. Crea y dirige durante diez años el Taller de Imagen de la Universidad de Alicante y publica y estrena nuevos textos teatrales y multitud de documentales. Sus canciones aparecen en discos colectivos y antologías y Adolfo siempre aparece en homenajes a Víctor Jara, a Bertolt Brecht, a las víctimas del franquismo, etc.
En 2002 va a volver a enfrentarse a un disco individual. Un reto para un maduro Adolfo Celdrán, que publica “Jarmizaer, Jarmizaer” (Ceyba, 2002) con textos de Antonio Machado, García Lorca y propios. Fiel a su gente, promoverá y actuará en el homenaje memorial a Hilario Camacho y ha mantenido durante toda su vida el sentido de compromiso con el pueblo y con sus propias ideas filosóficas y sociales sin dejarse tentar por los vaivenes políticos de cada momento. Ante todo Adolfo Celdrán es un hombre y un cantante íntegro y sus obras así lo reflejan.
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