La friolera de cuarenta años, los que van desde 1984 hasta 2024, lleva Fermín Muguruza en la línea del frente. Cuatro décadas repartidas entre dos de las bandas más carismáticas que ha dado la música vasca, Kortatu y Negu Gorriak, y una prolífica trayectoria en solitario. Ha decidido celebrarlo como mejor sabe: sobre el escenario. La gira que se inició en diciembre pasado en Biarritz y que lo va a tener viajando por todo el planeta (Europa, Latinoamérica y Japón) recalaba en su única cita en el mes de febrero en Madrid, donde el músico vasco había bautizado su espectáculo como “akelarre antifascista”. Y es que, como no dejó de recordar en un momento de la actuación, su relación con la capital madrileña ha estado siempre poblada de sobresaltos, cancelaciones y amenazas. Consciente pues de la importancia de la ocasión el ya sexagenario músico vasco no dudó en acorazar el concierto, compuesto en lo musical con una generosa selección de lo mejor de su amplio repertorio, con cantidad de homenajes, mensajes y recuerdos. Como los que brindó a las víctimas de la violencia fascista: Lucrecia Pérez, Aitor Zabaleta, Carlos Palomino, Íñigo Cabacas… y, especialmente, a su hermano menor Íñigo, fallecido a causa del ELA en 2019.
Cubre además infatigable todas las causas, combatiendo contra todo aquello que hace de este mundo un lugar inhóspito, oponiéndose a las injusticias para hacerlo algo mejor. Por ello, además de las letras de sus canciones, incluyó incisos para hablar de Palestina, de la República del Congo, de las negligencias de la Comunitat Valenciana para evitar y luego reparar los destrozos de la DANA, de la lucha por una vivienda digna… Fermín Muguruza no es uno de sus artistas que aprovecha el micrófono para recordar a la opinión pública sobre algún caso aislado, algún hecho puntual del momento, sino que lleva vertebrando esos 40 años de carrera que ahora celebra en función de esa lucha político-social continua.
Las casi tres horas de concierto dieron para una más que jugosa revisión por varias de sus mejores canciones interpretadas principalmente en clave jamaicana, dando rienda suelta a la más de una vez confesada pasión del artista de Irún por los ritmos de la isla caribeña: reggae, ska, dub… Un Sound System sin descanso únicamente interrumpido por las celebradas inclusiones en la etapa punk de Kortatu o hip-hop de Negu Gorriak. Con dicha elección la parte que quizás salió más perjudicada fue la electrónica. Prueba de ello fue la versión que interpretaron del “Berlín – Ulrike Meinhof”, que si bien resultó exquisita envuelta en esos aires de Jamaica, no termina de ponerte los pelos de punta como ocurre con el original junto a The Suicide of Western Culture.
La banda, dispuesta en dos líneas paralelas sobre el escenario, traía varias caras conocidas de colaboraciones previas: como la de Chalart58 (Gerard Casajús) a la percusión, la sección de viento y su ya casi inseparable Xabi Solano a la triquitixa. La puesta en escena quedaba completada por la guitarrista Lide Hernando (Liher) y la vocalista Miryam –“Matah”- (Kinky Beat) flanqueando a Fermín, en lo que a su espalda quedaba Gloria Manuel al cargo de las baquetas y el extremo el bajista Víctor Navarrete. Asimismo, ejerciendo de maestro de ceremonias exquisito fue dando entrada a invitados de excepción que le acompañaron en la interpretación de canciones concretas: Begoña Bang-Matu, Karlos Animal de Non Servium, el bertzsolari Jon Maia, los teloneros Tremenda JauríaAñade este contenido y para el momento de cerrar con “Sarri sarri”, la actriz y cantante Itziar Ituño. Y todo acompañado de una utilización sobresaliente de la componente visual, aportando mensajes, extractos de las películas y documentales propias o selección inteligente de pasajes de todo tipo de metrajes (Chaplin liderando por error una manifestación obrera en lo que sonaba La Internacional a la triquitixa, imágenes de guerrilleras kurdas o sandinistas….)
Fermín Muguruza saldó con un éxito rotundo su visita al mismo corazón de la bestia, invocando ante miles de fieles seguidores la capacidad de Madrid para resistir y convertirse en la tumba del fascismo.
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