EL CAMINO DE REBANADAS AMARILLAS

EL CAMINO DE REBANADAS AMARILLAS
Torrijas / Pauline en la Playa
Torrijas / Pauline en la Playa

 

Qué hubiera sido de la alimentación de los seres humanos sin el pan. En tiempos de extrema pobreza y estómagos vacíos, el pan, el pan duro incluso, salva subsistencias y vigoriza cuerpos, cuando no almas. El pan duro se reconvierte en un plato alimenticio untándolo con un poco de imaginación. Las migas extremeñas, las sopas de pan, los picatostes, el pan tumaca… Y las docenas de maneras que tiene de aprovechamiento, ya sea rallado, en gazpachos, en postres y tantas otras posibilidades. En definitiva, el pan ha sido, es y será un sostén nutritivo esencial.

Tan escasas fueron las pitanzas en otros tiempos que nuestros antepasados advertían del pecado de tirar el pan sobrante. Quizá ahí se halle el porqué las torrijas tienen su principal razón de ser en Semana Santa: la prohibición de hincarle el diente a un buen filete unida a la necesidad de acallar el rugir de tripas. Sin embargo, el asunto torrijero viene de bien lejos. Cuentan las crónicas que Marco Gavio Apicio fue el primer gastrónomo del mundo clásico, allá por el siglo I. A él se le concede la autoría de «De Re Coquinaria» (s. IV ó V), libro de gastronomía en el que aparece reseñada por vez primera la receta de las torrijas, o sea, pan migado en leche y endulzado, rebozado con huevo y frito. Algo tan básico, familiar, hogareño, ha pasado a ser hoy día un postre de lujo. Una tradición hilada de generación en generación transformada en una fructífera industria, hasta el punto de que parece que vivamos actualmente en una especie de burbuja de la torrija: lucen las rebanadas expuestas en los escaparates de las pastelerías como si fueran joyas, y a un precio que ni en Tiffany. Desayuno con torrijas.

Así pues, vamos a ponernos a hacerlas en casa. Nada como el hogar. Y he aquí el primer motivo para escoger un disco de Pauline en la Playa. Confesaré antes que siempre que me dispongo a remangarme para hacer torrijas pienso en Mecano, por aquello de la similitud con el apellido de la cantante del grupo, pero me decanto siempre por las canciones esponjosas, dulces, caseras, de las adorables hermanas asturianas. «Nada Como el Hogar» (Subterfuge, 1999) dibuja un mundo en que los chicos son tímidos y ellas, además, los asustan a ritmo de Moog, en el que se anhela —como en «El Mago de Oz» (Víctor Fleming, 1939)—, el regreso a casa, allí donde puede disfrutarse de una suculenta merienda al calor de los tuyos, que luego lavará Caín y Abel hará el café. Es un disco que reconforta, acompaña, acoge. A veces, a Mar y a Alicia les asalta un nubarrón en el ánimo, pero ya se sabe que, como afirmaba Dorothy, no existe un lugar donde no haya problemas y que los corazones nunca serán prácticos hasta que no los hagan irrompibles. Al menos en casa estamos a cubierto.

Twitter: @goghumo

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