Portada de nuevo artística con motivo de busto gritando con ojos desorbitados con la que repite Toni Micó en las labores de ilustración.
Fue el primer disco que el grupo editó en los tres formatos: vinilo, CD y cinta de cassete. Según se desprende de lo que cuentan los miembros de Subterranean Kids, éste es el disco que grabaron en mejores condiciones técnicas. A propuesta del sello Overdrive la banda se fue a los estudios IZ de San Sebastián donde trabajó con Kaki Arkarazo (Kortatu, Negu Gorriak, M-Ak). Añadía Boliche, su batería, que no tenía claro si habían sabido aprovechar semejante mejora en las posibilidades de grabación.
Pero lo cierto es que el sonido ha salido ganando; el de las guitarras por ejemplo, o lo compacto de los coros, hablan bien a las claras de que las cosas se han cuidado mucho más. El tono general además, se ha acorazado un tanto. A los argumentos habituales de contundencia, se ha unido un cierto aire metalizado a las guitarras, probablemente por asesoramiento de Kaki. Los que tiene por ejemplo «40 grados«, el tema con el que arranca el disco.
Queda incluso tiempo de punteos prolongados como en «Ya no hay tiempo». De alguna manera los catalanes se emparentan con los modos de bandas vascas que se mueven entre el rock duro callejero y las maneras de entender el hardcore tras la semilla que ellos mismos plantaran en sus giras por los gaztetxes de años atrás. Con todo, llama la atención los tonos cálidos, no vistos hasta entonces, que hay en «Olvídate«.
Las voces también suenan distintas. La de Mimo, la principal, se aleja del registro de otras veces. No es que esté ahora domesticada, ni mucho menos, ya que se lanza en frecuentes desencuentros con el torbellino de guitarras y batería. No son armonías de todas maneras las que se buscan en estos palos. «Aprendiendo a vivir«, «No digas» o «Ya no hay tiempo» por ejemplo tienen de esos encontronazos.
Personalmente aprecio poder contar en el disco con canciones del tipo de «Comercio con vidas«, con letra sobre denuncias a vampiros sociales, o de la mayor parte de «¿Qué haceis?«, tocadas al modo en el que entendían el hardcore bandas como, por ejemplo, Decibelios, por eso de no salirnos de los límites geográficos de Subterranean Kids. Descargas directas sin demasiados vericuetos.
Las letras siguen moviéndose bajo parámetros similares a los de discos anteriores. Denuncia social y sobre todo posibles alternativas para adaptarse a lo que me rodea. «Olvídate» parece abogar por un comienzo desde cero; responden en «No digas» a la insistencias de que han cambiado.
«Por bueno o malo«, en la antesala del final, tiene una línea de guitarra-bajo-batería en la línea clásica de punk-rock contundente que atrapa con enorme facilidad. Cuando frena el ritmo, las guitarras se refuerzan para repartir hachazos. De mis favoritas.
Para acabar «Una noche cualquiera» reune algunos de los elementos básicos del género. El minuto y medio que dura deja hueco para ver amenazantes siniestralidades, rugosidad y vértigo cuando se va a mil, y finalmente, los devaneos pellizcando las cuerdas del bajo y disponiendo la batería a la contra que detienen el ritmo.
En el formato de CD se terminaba incluyendo una versión de The Damned, «Neat, neat, neat«, como hicieran desde los comienzos en los locales de Sentido Común.
Terminó siendo el último disco de larga duración antes del parón de casi diez años que se concedieron.