La gira por México retrasa la grabación de este cuarto LP de Mari Trini. El problema de este disco es que carece de una de esas canciones memorables que antes siempre ella había sabido deslizar en sus trabajos. Esa circunstancia hace que suponga una disminución de ventas, a pesar de no andar nada huérfano de calidad. Salvo la canción que da título al álbum, las restantes son, en su mayoría, poesías intimistas que hay que saborear despacio para comprender la hondura de sus letras.
Tampoco ayuda una producción compartida por Ricard Miralles en los dos números más atractivos: “Ventanas” y “El señorito español”, Eddy Gerín y Miguel Ramos. Y la mano orquestal de cada uno se nota en exceso. La cantante pone su voz de éter y su poesía, pero en su mayoría los arreglos suenan plúmbeos.
Punto y aparte hay que hacer con la mencionada “El señorito español”, una crítica mordaz contra un tipo social muy determinado. Una letra que hubiera firmado la más irónica Cecilia y a la que la voz grave muestra Mari Trini le saca todo el partido sin ningún alarde vocal y recurriendo al recitativo.
A la canción que abre el disco le sobra algún minuto y varios versos y llega a hacerse cargante, a pesar de su elegancia.
La aportación de Eddy Gerin es “Saber amar”, una canción compuesta en la letra por la propia por Mari Trini y en la música por el veterano Trabuchelli. Una de esas canciones que va creciendo a medida que transcurren sus estrofas con una orquestación bien calculada. Uno de los mejores cristales de estas “Ventanas”.
Del resto, podemos poner el acento en la bucólica “Paisajes”, un tema largo y no aburrido gracias a los matices de la dicción de la cantante.
En fin, un buen LP que deja un tanto frío después de haber paladeado los dos anteriores “Amores” (Hispavox, 1970) y “Escúchame” (Hispavox, 1971), dos hitos que ya nunca superaría esta cantante.