Unidad de Desplazamiento

Unidad de Desplazamiento

Tras finiquitar la primera parte de su carrera con el gran “Una Semana en el Motor de un Autobús” (RCA, 1998), Los Planetas hacen resumen con su colección de singles y editando un EP, “¡Dios Existe!. El Rollo Mesiánico de Los Planetas” (RCA, 1999) que sirve de bisagra entre el antiguo y el nuevo grupo que emerge de las cenizas del anterior. Un EP que en su momento parece sólo un pasatiempo mientras llega el nuevo disco, pero que ya daba la mayoría de las pistas de lo que estaba por llegar.

Enfrentarse al reto de comenzar el milenio con su cuarta larga duración, tras el arrollador éxito crítico, y haber aumentado su base de seguidores de forma exponencial, representaba una presión añadida a la que siempre habían tenido a lo largo de los años, siempre observados como los que abrían y señalaban los caminos por donde ir gran parte de la música menos comercial de este país. No porque lo que hacían fuese muy rompedor, que no lo era, sino por una actitud de enfrentarse a la creación en libertad con la visión puesta en no quedarse en un entretenimiento adolescente como le había ocurrido a la mayoría de sus compañeros de generación.

“Unidad de Desplazamiento” (RCA, 2000) puede considerarse como el “Pet Sounds” (Capitol, 1966) de los de Granada, incluso vale ese mismo calificativo para toda la escena independiente. El disco definitivo, ambicioso, compacto, accesible, y a la vez complejo. Desde el mismo título ya dejan claro que no se iban a estancar. Que van a otro sitio aunque dejen atrás a gente que no se lo va a perdonar. Y que lo hacen en bloque. A ello contribuye también el excelente arte del disco, sobre todo en la edición limitada inicial, toda una virguería de Javier Aramburu, diseñador oficial del grupo hasta “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007), donde ya no colabora debido a su retirada del mundo del diseño discográfico, salvo alguna excepción por amistad caso de Single.

Un sonido homogéneo, con “Flotando sobre loscos”, que inicia y da cohesión al disco al reaparecer a mitad de este. Ensoñadoras piezas, la primera de ellas con un recitado casi ininteligible de Verónica, miembro del grupo Meteosat, que introduce y mece en un disco mucho más dominado por atmósferas ensoñadoras, por una bajada de electricidad, inclusión de samples, y muchos teclados de excelente factura a cargo de Banín.

Es curiosa la elección de los singles. Tanto “Vas a verme por la tele", que fue el de adelanto (y la canción más floja), como “Un buen día” -que disparó la repercusión del disco, con una versión censurada para las radiofórmulas eludiendo la referencia a la cocaína-, y el tercero “Maniobra de evasión”, son, junto a “Plan de fuga”, las únicas canciones en las que la velocidad predomina. Aunque incluso en algunas de ellas, como en esta última, obsesiva y maniaca, construida a base de repeticiones, son difícilmente coreables en su traslación al directo.

El resto del disco reposa sobre un manto de placidez, melancolía, casi placebo musical, para dejarse conducir por las rutas que nos marcan. Aunque ninguna de las reseñadas se sale del hermético sonido e intenciones del propio disco, pocas canciones reflejan mejor la impotencia del desamor como la perfecta, absolutamente redonda “Un buen día”.

Como tocado por la varita mágica de la lucidez, J escribe una letra que será mil veces imitada, y mil veces imitada mal (casos lamentables como algunas letras de La Habitación Roja, Deluxe o Deneuve lo demuestran). Un relato corto, un cortometraje lleno de poderosas imágenes, planos exactos de un guión sobre la imposibilidad del olvido -ya sea vía escapismo intelectual o químico- con cambios musicales que inducen estados de ánimo de la euforia a la depresión emocional. Un auténtico himno generacional, este sí sin ironías y sin buscarlo, quizá, de cómo la aparición fugaz de la imagen de la persona ausente puede cambiar el rumbo de un día.

En la primera parte del disco, la que queda enmarcada entre las dos piezas de “Flotando sobre loscos”, predomina la temática del despecho, con ese bolero sui géneris que es “Santos que yo te pinté”, la sumisa aceptación de la propia debilidad casi susurrada de forma monótona de “Anuncio para coches”, o el arrebato de dignidad del odio de “Vas a verme por la tele”.

En cambio, la segunda es una cuesta abajo y sin frenos de talento, de desazón anímica, de belleza. Letras como la de “Tierras Altas”; la épica contenida de “Que no sea Kang, por favor”; el hallazgo de las palabras justas para lo que uno mismo querría decir, asumiendo errores y carencias en “Canción para ligar (o para que no me dejes)”; y hasta otra película en formato reducido en forma de vals, en una de las declaraciones de amor más a corazón abierta de toda su carrera, con momentos para el recuerdo como “sólo sabía que no me importaba morir”.

El disco muere con “Paseo por el parque”, otro instrumental más que sirve para consolidar esa sensación de obra homogénea, de unidad como indica el título. Los ladridos de perro nos despiden rememorando otros ladridos, los del álbum de los Beach Boys, en el que se mira sin pudor, para terminar con la sensación de que acabamos de asistir a la escucha de una obra maestra sin fisuras, un disco de los que marcan una carrera, irrepetible, y con el que está todo dicho.

La inteligencia del grupo y su constante evolución les hace darse cuenta de esto, y en su siguiente disco volverán a pegar otra zancada estilística, lírica y personal como si el miedo a quedarse en un sitio pudiera significar el inicio del fin.

Grupo:

Hablar, escribir sobre grupos o artistas insignes,...

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Tracklist:

CD 1

  1. Flotando sobre Loscos
  2. Santos que yo te pinté
  3. Maniobra de evasión
  4. Anuncio para coches
  5. Vas a verme por la tele
  6. Flotando sobre Loscos II
  7. Tierras Altas
  8. Que no sea Kang, por favor
  9. Plan de fuga
  10. Un buen día
  11. La cara de Niki Lauda
  12. Canción para ligar (o para que no me dejes)
  13. Paseo por el parque

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