Álbum de debut de los madrileños Raskaipika elaborado a partir de la maqueta homónima registrada un año antes y de la que únicamente dejaron fuera un tema. El resto se volvió a grabar en los estudios Reactor situados en el barrio de Lavapiés de Madrid. El disco lo editó W.C. Records, el sello surgido en paralelo al fanzine 100% Papel del W.C.
Colección de temas con un denominador común: el de la rabia e intensidad con la que parecen compuestos. En un álbum que puede llegar a desconcertar por lo variado y disperso de maneras esgrimidas, prevalece sobre todo la crudeza con la que se emplean. De letras violentas en sus ataques, suenan igualmente airados cuando se enfrentan a skins de extrema derecha o al abandono que sufren los perros. Explícitamente sacrílegos a la hora de pedir la eliminación de iglesias evangélicas, no desaprovechan la oportunidad tampoco para criticar al soldado anónimo que sigue alimentando la rueda de explotación militarista del Estado.
Ejemplo de lo poliédrico de la propuesta son la misma «La generación de la destrucción» con la que empieza el disco o «Esvástica«. Las dos canciones evolucionan en continuo cambio de ritmos y sonido. La primera de las dos parece dar cabida a varios temas diferentes a la vez, intercalados por rabiosos y marciales arrebatos de guitarra y batería. El violento exabrupto contra los cabezas rapadas de la segunda, que empieza apuntando a atmósferas de Bauhaus, llega a explorar sin embargo hasta momentos cercanos al dub con aportaciones de saxo.
También recurren al saxo en «Tiempo en off«, un corte con mucho de experimental en el que parecen dar un paso más ahondando en las ganas de acercamiento a TDek, como quizás en «Después de la muerte«. Son estos intentos de exploración de los aspectos más sobresalientes del disco. Más convencionales suenan por contra los modos de rock duro que exhiben en «Ni hogar ni manjar«.
Los coros de voces pueden llegar a sonar irritantes, como los de «Únete al kaos» o «Kasimiro«, disgresión a partir del personaje de televisión que mandaba a los niños a dormir y al que también cantaron Siniestro Total y el diseño gráfico juega claramente a la contra. Con todo, los madrileños lograron apuntar más de un detalle interesante.