Último largo de la banda. Si la señal de alarma ya se encendía con «Échame Sifón» (DRO, 1989), con este «Una o Ninguna» (RCA, 1991) confirman que el declive es un hecho. La salida de Coral Alonso no ayuda y la entrada de Silvia no es la solución más acertada.
Los desarrollos siguen siendo los mismos, como apreciamos en «Asesiné a mi novio«, dulces coros pop entre guitarras afiladas y la búsqueda inmediata de la melodía. Aires adolescentes y letras desenfadadas que pecan de simples, como podemos comprobar en «No sigas mi camino«.
Llegamos al tercer corte, «Otro domingo«, y el sonido se hace demasiado monótono y lineal, a pesar de unos efectivos arreglos con cadencia sureña a los que se les podría sacar más partido. «Esta es nuestra noche» trae aires rockabillies y unos coros acertados que suben mínimamente el listón, pero tampoco lo suficiente para que esta noche se haga de día. Los tintes de serie B, que serían marca de la casa en The Killer Barbies, aparecen en «Huesos, sangre y trozos de carne» -un corte que muestra la influencia de Silvia en la banda y podría pertenecer a la banda sonora de «Delicatessen» (Jean-Pierre Jeunet, 1991)- y continúan en «Quiero que me lobotomices«.
«Una madre es una madre» y «Voy a cantar» consiguen que nos acordemos con nostalgia de viejos éxitos de la banda al comprobar su declive. Cierra «Una o ninguna«, corte que demuestra que los juegos de voces y los coros son más que necesarios para hacer que estas canciones funcionen.
Tras este álbum y sus exitosas colaboraciones en el «Xabarín Club» (TVG), el grupo decide separarse. Silvia, con Superstar como apellido, iniciaría un nuevo proyecto, Killer Barbies, esta vez con más suerte.