Es un misterio eterno saber por qué unas canciones triunfan y venden una barbaridad y otras de corte similar y que siguen en todo la receta de la comercialidad más facilona no lo consiguen. “Un gramo de felicidad” es de las segundas y los arreglos correctos, la línea melódica bien construida y el aire de himno con más solemnidad de la habitual en este grupo no dieron en la diana. Tal vez porque el estribillo carecía de la fuerza de otras ocasiones.