El disco de debut del grupo madrileño Fario se grabó en junio de 2017 en los estudios La Mina de Sevilla pero sus canciones se habían gestado en aquel viaje que dos de sus componentes, Montse y Javier, hicieron por el cañón del río Lobo tiempo atrás. Fue precisamente en aquella visita en la que se puso en marcha el proyecto musical.
Quizás fuera la proximidad del entorno natural lo que inspirara “Bestiario”, a pesar de que el fondo sugiere más la jungla tropical que el río castellano-leonés. Tema habitado por animales, desde buitres que ríen, cuervos que rumian y monos que follan, del que harían incluso un videoclip promocional. Tiene además la canción un punto, aportado por los detalles de electrónica del comienzo y lo planeador y orgánico de la atmósfera que logran, que recuerda a la propuesta de Mus.
A los asturianos suena también “Autopsia de la sombra”, un corte con reminiscencias casi de repertorio del folk tradicional. Paisajes de galaxia, luna, mar, montaña y arco iris para uno de los momentos más deliciosos de este “Tu Aguijón”.
Pero está claro que Fario es mucho más, como bien muestran desde el comienzo, con “Aldea azul”. En la misma no es del Mr. Jones del que hablan, pero sí del señor Rodríguez y de la señora Sánchez. De ambos destacan las “mil ternuras en noventa inviernos” paternos o maternos dependiendo de a cuál de los dos en concreto se refieren. Atrapa y subyugan con las posibilidades a las voces, combinando la profunda de Javier con el contrapunto que logran con la de Montse. Uno cree encontrar apuntes que hacen pensar tanto en la Velvet Underground como en los Byrds del “Mr. Tambourine man”.
Es precisamente ese juego a dos o incluso tres voces y esa lentitud velvetiana de comienzo la que también es palpable en “El imperio de las cosas”. Quieta y contenida en su arranque, va creciendo en intensidad para ir generando una sensación de explosión final que no termina de llegar. La lírica de la historia que cuenta habla de despertarse por la mañana al lado de una espalda que queda sin besar más preocupados por encontrar qué llevar al trabajo. Estropajo laboral que termina por convertir a la pareja en una pieza más del atlas de cosas que conforman la habitación.
Fario pueden sonar sensitivos, forjando sus letras a partir del sudor, la lluvia, la niebla y las lágrimas como en “Presente”, en un intento casi desesperado al final por sentir el cuerpo sin respirar el amianto intoxicante de la vida. Montada a partir de detalles electrónicos que acompañan de manera sugerente una estructura simple en la que Montse canta sobre un ritmo. Se va cargando de electricidad y parece romperse como un tema de Corcobado.
La suya es una lírica corporal similar a la empleada para “Lágrimas púrpuras”, plagada de piel, cordón umbilical, venas, ojos, bocas y babas púrpuras. Fisiología para caer en espiral contigo en el que probablemente sea el momento más robusto y vertiginoso en lo musical de todo el disco. La acometen tras haberse quitado las ataduras y contención demostrada hasta entonces, generando una intensa cortina de guitarras hasta que se incorporan las voces femeninas que enriquecen y dulcifican todo.
En “Sea como sea” la sensación corporal es explícita hacia el agujero que hace el puñal. No tengas miedo, aunque te duela dicen, elaborando a base de electricidad de guitarras una tensión y oscuridad que parece poder evolucionar como “The End” de The Doors. La voz de Montse resulta especialmente espectral y sepulcral.
Si se permite extender la analogía con los de Jim Morrison, yo destacaría la línea de bajo de “Entre pipas y pitis” antes de que desemboque en una suerte de free-jam. En su desarrollo recuerda a detalles de Tigres Leones.
El disco, grabado por Raúl Pérez en el estudio sevillano que ya conocía Javier a través de su otro grupo Persons, tuvo a Juan Salamanca como productor musical. Fue autoeditado por la banda y vio la luz en octubre de 2017.
Una delicia sin duda que gustará a muchos de los que supieron ver algo especial en la música de, por ejemplo, Esclarecidos.
