¿Qué hubiera pasado si The Sunday Drivers hubieran venido de Seattle o Londres? ¿Si su origen no hubiera que situarlo en un lugar de La Mancha llamado Toledo? Piénsenlo.
En cuanto a su tercera entrega «Tiny Telephone» (Mushroom Pillow, 2007), grabada en los estudios del mismo nombre en San Francisco, representa un nuevo paso en su carrera, una madurez que les conduce poco a poco a ese sonido propio que andan buscando. Muy acorde con el lugar donde se llevó a cabo la grabación del disco, los toledanos parecen haber decidido cruzar el charco para la mayoría de las canciones que lo dan forma, inundando su nueva entrega de un aire más americano del que hasta ahora nos tenían acostumbrados. No por ello renuncian a sus guitarras pop, a los Beatles o a ese toque británico que les suele rodear. Simplemente el abanico de posibilidades no deja de crecer.
El primer corte, «Rainbows of colours» , ya nos introduce en ese cambio efectuado por la formación. Con cada vez más medios -y más experiencia-, el resultado no podía ser otro. Impregnado de un cierto aroma a los inicios de Wilco, de quienes fueron teloneros con su segundo disco, el tema desemboca en distorsiones y potencia instrumental de peso en una faceta de los Sundays hasta ahora desconocida o apenas explotada. Tras un soberbio comienzo, “She” nos devuelve por un instante a trabajos anteriores del grupo, una canción dulzona y segundona pero agradable al oído.
El hit indiscutible del disco es “Do it”. Single de presentación y escogido para un anuncio televisivo, como ya sucedía con su anterior éxito “On my mind”, el corte número tres supone un tema tan agitado como bailable, con bajo y batería de nuevo marcando el ritmo y una voz sugerente de Jero que en todo el disco permanece igual de soberbio. El tributo a los Doors y a esa «paranoia psicodélica» que puede conseguir el teclado lo pone justamente “Paranoid”, mientras que la melodía a modo de nana, con efluvios dormideros que invitan a la ensoñación en un principio netamente Velvet, corre a cargo de “Little chat”.
“Day in, day out” es sin duda el toque más americano del disco. Con sabor a rancho y centeno en la boca, supone una explosión energética donde el teclado es el encargado de la nota final y dar pie a “Better if I”, otra aproximación al ya citado Wilco en esos sonidos cortantes y contundentes de cuerdas. Y el teclado, con un siempre perfecto Julián al mando, se recupera de nuevo para “Goodbye”, un recuerdo beatle y una sensación feliz que recoge gran parte de la esencia del grupo: voz desgarrada y apetitosa, guitarras marcadas, teclado imprescindible y un bajo y batería referentes absolutos.
Si estos chicos hubieran sido de fuera… otro gallo cantaría.