“Se oyen risas enlatadas, al tropezar con el pesar de verse así”
Ramón Rodríguez es uno de los autores más prolíficos de nuestra escena. Apenas unos meses después de «El Problema de los Tres Cuerpos» (Cydonia / Playas de Normandía, 2011), su disco compartido con Francisco Nixon y Ricardo Vicente, entrega nuevo material en solitario. Nueve cortes nuevos que presagian tiempos oscuros y traen consigo la belleza de la sencillez. Cortes nacidos de las mismas entrañas de Ramón, que siguen los mismos esquemas que los planteados en «Libre Asociación» (B-Core, 2011), es decir, la improvisación es la piedra angular del disco.
Sin abstraerse de la realidad de los duros tiempos que nos toca vivir, Ramón recurre a la crítica a la hora de tratar la situación económica y política del país. Él mismo lo explica: “Las canciones tratan sobre la constatación de que ya sólo existen dos bandos: el de los poderosos y el de todos los demás”. Un trabajo, producido como viene siendo habitual por Santi García y el propio Ramón en los estudios Ultramarinos Costa Brava de Sant Feliú.
El disco no comienza de forma tan intensa como su anterior entrega -«Lo bello y lo bestia«-, de hecho estamos ante un álbum más reposado -para muestra la inicial «Risas enlatadas«- que precisa de varias escuchas para apreciarlo en su justa medida.
Los metales arman la sincera «Tinieblas, por fin«, Ramón cuida la melodía, al igual que en «Galatea«, uno de los grandes cortes del disco a mi parecer. Un tema lleno de candor y calidez con dulces coros cargados de suavidad. Muestra una facilidad pasmosa para alcanzar melodías efectivas y ritmos intensos con muy poco, tirando de sencillez, tales como «La ofensa» o «Centinela«.
«Marathon man» es el tema más enérgico e inmediato. Mención especial merece una de las letras más logradas del disco, con versos oscuros como el inicial: «La estampa de quien se sabe triunfador / de una carrera de dos tiempos / de camino al matadero«. También hay tiempo para cantarle a un mundo despiadado con el corazón en la mano: «Grupo de danza epiléptica«.
No estamos ante la mejor entrega de The New Raemon, pero sí ante un disco recomendable que nos depara grandes momentos.