Eduardo Bartrina y Brian Locking se ponen de nuevo el mono de trabajo para una labor de estudio con muchas horas de curro a sus espaldas. El tercer amigo al que hace referencia el título es el guitarrista suizo Roland Siegfried, un habitual del circuito europeo del rock instrumental, desde que en los 80 fundó el grupo The Marvins a los que Joeland Plus han dado continuidad ya en el presente siglo.
Este disco comenzó a grabarse en enero de 2013 en Madrid. Por allí fueron pasando estos tres músicos y algún que otro invitado que añadieron pacientemente pista tras pista en un trabajo que tiene mucho de albañilería musical hasta que en agosto el edificio estaba terminado sin que el resultado final perdiese la necesaria frescura.
El sonido general entra dentro del más puro clasicismo del género; sin embargo, no se ha caído en el manido repertorio de siempre sino que Eduardo ha compuesto ex profeso cuatro temas y se han recobrado temas muy poco conocidos en sus versiones originales, caso del “Cricket bat boogie” de The Shadows con el que se inicia el disco.
Puntos destacables de este CD son el ya citado “Cricket bat boogie” que nos mete de cabeza en el rock instrumental de los años 60 con una guitarra solista cargada de detalles técnicos. Otro número en el que hay que detenerse es “Afrikaan beat”, un tema de clara estirpe sudafricana con una melodía muy agradable y una sección rítmica tan ajustada como un reloj suizo. También me gusta el particular sonido de la guitarra en “Perdido”, un tema de Dámaso Pérez Prado filtrado por ondas rock. “Spring is nearly bossa” no es otra cosa que un “Spring is nearly here” paseado por las cálidas playas brasileñas. Finaliza con otro trallazo rítmico presidido por el bajo de Brian y un solo de batería de Eduardo que hacen de “Juke box boogie” una pieza de gran intensidad.
“Begin the beguine” es el tema distinto del CD. Me recuerda mucho al último disco que hizo en solitario Bartrina, pero aquí las percusiones latinas, los murmullos del teclado y las leves improvisaciones devoran literalmente a la guitarra que está en primer plano. Una pieza en que lo que ocurre detrás es mucho más interesante que la línea melódica.
No me he referido todavía a las piezas compuestas por Eduardo para este disco. Me quedo con “Last fly”, esquemática y contundente como es de esperar del rock instrumental más clásico. No me olvido de “La rubia”, cargada de insinuaciones y algo confusa en su desarrollo. “Moonlight” suena pulcra y elegante, recordando tal vez en exceso los slows de The Shadows.
Los colaboradores necesarios para la grabación han sido el percusionista cubano Polito Benavides en las congas, Joel Siegfried que registró algunas guitarras rítmicas y el veterano músico español Francis Cervera que militó en grupos como Aguaviva y Henry & The Seven.
La última vez que hablé con Eduardo me dijo: “se está vendiendo muy bien”. No me extraña, pues es una obra renovadora en su contenido y ortodoxa en su sonido que no va a defraudar a nadie.