Marina Gallardo ha ido confirmándose entrega a entrega como una de las grandes voces del folk nacional. Surgida en pleno apogeo del folk femenino en nuestro país, enseguida surgieron comparaciones sin fundamento con Russian Red y catalogaciones de hype. La gaditana se ha desmarcado de modas y tendencias y se ha centrado en lo realmente importante: construir canciones cargadas de emoción.
En su tercera entrega, Marina muestra una gran madurez sonora y una sensibilidad a flor de piel que continúa siendo una de sus señas de identidad. El tiempo, como siempre, da y quita razones, y en este caso sirve para confirmar que Marina no buscó en ningún momento el populismo, y que su figura está más cerca de Lisa Germano o Cat Power que del mainstream indie resultón.
El título del disco se muestra concluyente, muestra seguridad y confianza en su proyecto. Realmente se trata de una frase del corte «Going to die«. Marina ha comentado en distintas entrevistas que se siente cómoda con la voz, a gusto con el material que está grabando y orgullosa a nivel compositivo. Considera que antes las canciones no eran tan redondas, eran más «como miniaturas«.
Abre «The war inside«, con un crepitar hipnótico que nos acaba absorbiendo por completo a los pocos segundos. La voz de Marina, verdadera protagonista del álbum, actúa de bálsamo emocional.
Su sonido se enriquece considerablemente, ganando nuevos matices. «The swimmer«, un corte aderezado con ritmos electrónicos, cajas y cuerdas punzantes que consiguen crear una atmósfera inquietante dulcificada por la voz de Marina.
También hay aproximaciones al azul oscuro casi negro plagadas de rayos de luz -«Cold eye«-, arreglos impecables -«Longer days«, «Recurrent dream«- y emoción a raudales -«Tears«, con referencias a su padre-.
El dark folk, emocionante y sincero, alcanza su esplendor en «Going to die«. La muerte como compañera de este extraño viaje.