La continuación del EP tuvo que esperar un tiempecito, y las ganas que tenían estas canciones de salir del cajón muestran toda su energía en el inicio arrollador que supone «Hijos de su tiempo», muy Syd Barrett, sobrecogedora, intensa, sin descanso.
Con un sonido impoluto a cargo del propio Sergio, artífice de algunos cuantos discos exitosos en la independencia española, con percusión a cargo de Pablo Díaz-Reixa (El Guincho), y coros y voces de Luciana Della Villa (Anticonceptivas, Sibyl Vane), el disco fue grabado en sus ratos libres, con paciencia y sin prisas.
Y ello se refleja en la redondez de las canciones, completas, sin fisuras, maduras -en el buen sentido de la palabra-, pero sin perder la frescura y originalidad del EP, que funcionaba como un tiro. Recorriendo un espectro de sonidos, siempre con la psicodelia pinkfloydiana como referente más inmediato -esa suerte de «Interstellar Overdrive» que supone «Los infiernos», o las guitarras de «Oro fino», que piden encarecidamente a ese Rey Midas del indie catalán llamado Ramón Llull-, pero sin dar de lado del todo el elemento ochentero de formaciones como Gabinete Caligari, especialmente en los aires country de algunos temas como «El regalo».
Sorprende la aridez de algunas canciones, la intensidad de temas como el que abre el disco, en contraposición con la suavidad y arrullos en la voz de Luciana de geniales composiciones como «El castillo», que funcionan a las mil maravillas, sobre todo cuando deciden acabar con las medias tintas y dotan a las canciones de finales trepidantes, como en «Adiós». Una especie de marca de la casa, como la longitud de los temas, breve, pero no raquítica. En su justa medida.
Canciones mágicas, hipnóticas, incluso con aires de leyenda, como en «Al final del arcoiris». Letras enigmáticas, pero no enrrevesadas ni crípticas. Un mundo no tan raro, que posiblemente sea de lo mejor del año. Un auténtico derroche de talento y de imaginación, que transforma la visceralidad e inmediatez de su debut en corto, por una obra más ambiciosa, completa, por un todo. Inmediatez por experiencia. Nada que objetar. «Haz lo que quieras, es la única ley».