Tras el descalabro artístico que sufrieron Dover con su entrada en Chrysalis, debutan en EMI con su mejor disco en años, lo que no significa que sea un gran disco, sino un disco más que decente. Simplemente, en «The Flame» (EMI, 2003) la banda se olvida de arreglos, experimentos y complicaciones y entrega un álbum directo y sin artificios, de apenas treinta minutos. Haciendo lo opuesto a lo que un servidor les venía criticando respecto a sus dos anteriores discos oficiales, es decir, escribiendo con el corazón, sin ponerse metas complicadas, consiguen hacer de la sencillez una virtud y por fin es posible disfrutar de un álbum de Dover sin problemas.
Como siempre, con Dover toca hablar de los singles, y en esta ocasión el elegido es el que da título al disco, un tema pop en el que juegan con el ritmo (¡ese bajo saltarín!) y la distorsión y salen airosos. Hablando del resto, cada canción tiene su aquel, y sin que ninguna sea el temazo definitivo, el encanto está presente a lo largo de todo el álbum. Hay mucho buen rollo y felicidad en la música, a pesar de tratar temas (con un inglés ya más que digno) duros como el paso del tiempo («27 years»).
Todavía en 2003 siguen tirando de Nirvana (y sorprendentemente se agradece) en «My fault» y «Mi sombrero» y la intensidad punk se deja ver en «Leave me alone» en su vertiente pop y en «Afterhours» en la vertiente más hardcore. Además, dejan momentos para la sensibilidad ruidosa («Honest», «On my knees»), la furia rockera («Die for rock & roll») e incluso el formato acústico en la preciosista «Someone else’s bed» y en la olvidable «All my money».
Hacia el final, Dover sacan su rollo heavy por enésima vez en la mil veces oída, pero no por eso menos efectiva, «One black day», donde Cristina grita y se pone tierna a partes iguales.
Con tanta canción corta, el disco se pasa en un suspiro y no se puede sentir otra cosa que simpatía por «The Flame», aunque nunca llegue a apasionar. Parece que Dover estaban hasta el gorro de sí mismos y decidieron quitarse de complicaciones. Y unos años después comprobaríamos lo que el hastío fue capaz de hacer…