El sonido estaba agotado. Y no sólo es que lo diga yo (realmente es bastante evidente), sino que la propia banda debió de pensar lo mismo a tenor del cambio de rumbo que «Supernova» (GASA, 1991) significa. Desde luego que, a pesar de los resultados, es elogiable el esfuerzo por reinventarse. La evolución deja atrás todos los ritmos country, folk y rockabilly de los orígenes, e incluso el pop melancólico, nostálgico y facilón de «Autobiografía» (GASA 1989), y da cabida a ritmos funky y a los metales, orientado a las pistas de baile, tampoco de forma radical o exagerada, pero ni que decir tiene que ello no tuvo continuación.
Así, se abre con «Supernova», adoptando ritmos negros (no «de color», que cosa más paleta, por Dios), guitarritas a lo INXS, coros modo gospel. Sí, Dinarama ya lo había hecho, la originalidad no es algo que destaque en esta propuesta. En «Alma negra» incluso se incluye un «check this out!» sampleado a lo Run DMC. La percusión metálica y sintética, puramente noventera, recuerda a Roxette.
Es «Condenado a mentir» de lo más agradable y placentero del lote, envuelta en una capa melancólica, y provista de una letra que al menos vuelve a captar nuestra atención de nuevo: «Mentir sin convicción es como no mentirte (…) / Mentir por adicción, sin importarme nada». Un fino cinismo que tampoco es que sea excelso, pero, cuando menos, da el pego. Siempre da mucho juego la temática de las mentiras piadosas… o no tanto. Encadenada con «Rose», cuyos arreglos de cuerda son a todas luces conmovedores, discurren tan naturales como los latidos del corazón. Pena de insistencia en las ya cansinas guitarritas.
Precisamente, para el que suscribe estas líneas, con «Sombra de tí» se deberia decir adiós, una canción puramente de despedida. Y es que la fácil sensibleria a veces puede ser confundida con alguna dolencia estomacal. Imitar a Bono no es el camino a seguir. Miento. «La casa azul», a pesar de recordar a las canciones ochenteras «arregladas» por Teo Cardalda, me gusta. Sí. Me gusta. Particularmente la letra. A pesar de lo de «son historias de una calle», que es horrible. Se compensa con «no queda nadie más en la ciudad / por conocer su habitación»; estos chicos se han vuelto muy malos. Ya nada queda del amor inocente de las primeras composiciones rockabilly.
Pero ahí ya si que sí debería terminar el disco. Todo lo demás es en exceso. Lo de «tú y yo / las marionetas» recuerda a «Micromanía» de Tata Golosa; «Mundo de cristal» es rock encosertado del bueno -con mucho menos ruido hacían más rock en «Canciones» (GASA, 1986)-. Con lo de «sonrisa de ganador» se evoca al clan Iglesias al completo (Julio, Enrique, Julio José y alguno más que me dejo) y el Viceroy enfundado en la muñeca. «Radio deseo» carece de ritmo. «Oro blanco» es una baladita facilona, de las que nos hartarán en «Piedras» (GASA, 1994), por cierto.
Seamos justos, no está tan mal el disco, pero lo cierto es que la supernova resultó ser un fósforo.