Delorean, tras su «Ayrton Senna» (Mushroom Pillow, 2009) EP, tenían que hacer un disco no sólo que no decepcionase, sino que mantuviera las expectativas creadas tras su aclamación internacional. Y este «Subiza» (Mushroom Pillow, 2010) -pueblo pamplonica con nombre tan exótico como las geometrías sonoras que despliegan los zarautzarras- consigue su cometido con creces. Porque si bien es cierto que no puede calificarse precisamente de sorpresa lo que nos depara este nuevo trabajo, más aún habiendo seguido atento los remixes realizados a gente como Franz Ferdinand, The XX o Mystery Jets, si que podemos decir sin miedo que «Subiza» es un gran disco que culmina la creación de un sonido ya apuntado en su anterior EP.
Grabado con Hans Krüger en los estudios Montreal y mezclado por Chris Coady (!!!, Yeah Yeah Yeahs, Telepathe), se despliega un sonido etéreo y redentor, con aromas mediterráneos que les desmarca del de otras formaciones para aportar un elemento festivo asociado a la jarana playera, en el buen sentido de la palabra, que ha incitado a algunos a recurrir al ridículo adjetivo de balearic para definirlo.
Ritmos refrescantes y elegantes que quizás no sean tan contundentes y directos como los entregados en su anterior trabajo y que recorren los recovecos de la electrónica fusionándola con el pop, dispuestos, sobre todo, a que nos quedemos sin aliento en la pista de baile (menudo comienzo más demoledor con «Stay close» y «Real love»). Y es que los de Zarautz (afincados en Barcelona, pero zarauztarras al fin y al cabo) no tienen concesiones ni con la electrónica elegante con vientos nórdicos. Así, cogen al pobre Vladislav Delay, le plantan el bañador de flores daikiri en mano y una hamaca bajo una palmera en «Grow» y en «Come wander».
La pausa necesaria la pone la interesante, «Simple graces», la más étnica y cercana en intenciones a El Guincho junto a «It’s all yours» que desprende buen rollo por los cuatro costados. Tras el trago de agua llega en seguida de nuevo la sed con «Infinite desert» dejándonos tan exhaustos como una peregrinación por un desierto de oasis escondidos.
Por poner un pero: el disco puede hacerse algo lineal hasta el punto de reproducción en loop sin fin, sumergiéndonos en un mantra que, según se mire, tampoco es tan malo, pero que a algunos puede llegar a aburrir.
“¿Tiene que llegar Pitchfork para darnos cuenta de cuán buenos son?”, dicen los de Jenesaispop. Aseveración populista y con un chovinismo muy eficaz de cara a la galería, porque que Delorean eran muy buenos era algo que sabíamos ya de sobra como mínimo desde «Into the Plateau» (BCore, 2006). Y el que no se enteró entonces, tampoco se habrá enterado ahora.