Con este «Sospechoso Tren de Vida» (Sones, 2007) podemos caer, sin querer, en un craso error. Y es que con todo el humor que desprende el grupo, sus letras por momentos gamberras que recuerdan a unos Siniestro Total, y la locura de sus conciertos haga que no nos tomemos demasiado en serio a una formación cuyas letras merecen mucha atención.
Y es que si en algo destacan es por lo mordientes de sus textos ya que musicalmente Los Carradine no hacen nada nuevo. No sorprenderán a nadie con sus acordes o complejidad de las composiciones, porque demuestran a las claras cuáles son sus influencias y no las esconden. Las mencionan en las letras y hacen versiones de ellos en los conciertos. Suenan a The Clash (“Siempre hay sitio”), a Violent Femmes o a su querido Billy Bragg, cuyo tema homenaje es de lo mejor del álbum y es más válido ahora que cuando se compuso.
De este último destaca sobre todo el mezclar historias de amor con temas sociales o políticos como “Vietnam sentimental”, hitazo instantáneo del grupo, pero lo que más abundan son las historias cotidianas con un punto de crítica social, y es que la pluma de Los Carradine está repleta de sarcasmo e ironía. “Empleado del mes”, un manual de cómo sobrevivir en las grandes corporaciones; la inmigración en “Siempre hay sitio” o ese ente inanimado que todo lo puede y que nos pretende idiotizar con estribillos fáciles en “Putolíder” son la mejor muestra de ello.
A pesar de durar poco más de media hora el álbum va perdiendo fuelle y algunos de las últimas canciones bajan el listón respecto a los trepidantes temas que lo abren, lo que hace que pierda esa sensación de disco redondo que podían haber logrado con algo más de tiempo, aunque suene irónico leyendo su biografía. A pesar de todo Los Carradine dejan aquí para la posterioridad un buen puñado de grandes temas.