Producido por José María Rosillo y los propios Nagasaqui, los de San Clemente vuelven tres años después de su debut con este «Sor Lorenza» (Audiomatic, 2010), emotivo reconocimiento en el título a aquella monja que allá por 8º de EGB les dio la oportunidad de debutar, musicalmente hablando, y de inculcarles la fe, en uno mismo cuando menos. Bonito y cuidado diseño en digipack a cargo de Ricardo Cavolo, con fotografía de Rosa Ponce, uno de los talentos pujantes de su generación. No colabora en este ningún ex-miembro de Ciudad Jardín, pero si de Glutamato Ye-yé, ya que Patacho Recio aporta su guitarra a un par de temas –«No sé llorar» y «Suite 902».
Más reposados que en su debut, más ensoñadores («Sor Lorenza») y más melancólicos, siguen conservando esa unión entre tristeza y felicidad, como ejemplo en «El abrigo», elegida como single promocional del disco, y que cuenta con unos acertadísimos coros a cargo de Clara (Los Autonautas, La Ruleta China), que ya habían practicado con acierto en su trabajo anterior.
En general al disco, que practica un indie pop tan cargado de buenas intenciones como clásico y típico, no se le puede exigir demasiado, porque si se hace sale en clara desventaja. Tal es el caso de «Los profetas japoneses», dotada de un buen ritmo, pero con una letra demasiado endeble, con menciones desde al malogrado Ángel Cristo a las estupendísimas Charades, y algunas palabras malsonantes de por medio. O de «No sé llorar», plana, tópica y exasperante por sus malogradas intenciones en emocionar. O la obnubilación un tanto idílica y floja en argumentos por el 63, con frases que, como «el mundo en el 63 era redondo y pequeño con estrellas en el cielo», no desentonarían en la discografía de La Oreja de Van Gogh…
Pero también encontramos buenos momentos, que se traducen en buenas canciones, como «No se regalan flores», de lo más acertado del lote, con una lírica por encima del resto y unos coros bien empastados. Muy Alfaro. «No se regalan flores cuando hay amor / es lo malo de nuestra generación». El desengaño les sienta bien.Lo mismo en «Todo está en mi cabeza», enérgica y vibrante, en la línea chuchera, mostrando que sacando esa rabia es cuando se muestran más acertados. Indie-rock del de toda la vida, no por ello menos disfrutable.
En definitiva, un pop típico, nada dañino, iniciático, que les ha llevado a pasarse por algunos de los festivales más importantes del país (Lemon Pop, Sonorama, Viñarock, etc.) y que sin duda les seguirá dando más alegrías. De hecho ya están pensando en su tercer disco. A tope.