Aficionados como son a componer los discos como obras conceptuales que giran en torno a un tema concreto, Los Carniceros del Norte no quisieron dejar la oportunidad de homenajear a una de sus fuentes de inspiración, The Cramps, y más concretamente a Lux Interior, fallecido unos años antes de su edición, con este «Sick for Ever». Eso sí, no busques a qué originales de los americanos corresponden las canciones que incluye, porque como se encargan de avisar cuando se les pregunta al respecto, no se trata de versiones al uso de temas concretos, sino que adaptan trozos de sus preferidos pasándolo por el tamiz «carnicero». Adoptan así el mismo espíritu carroñero y explorador de los californianos cuando husmeaban por entre el repertorio del rock y surf de raiz para conferirle ese tamiz oscuro y pantanoso que les hizo irrepetibles. Marcan así una línea diferenciadora con respecto a su actitud extremadamente respetuosa para con los originales en el disco que tributaron a Parálisis Permanente, «Parálisis Permanente ‘Tributo'» (Bambam, 2011).
Se distingue eso sí, por ejemplo, el «Human fly» en el comienzo de «Sardú, el teatro de lo macabro», donde parecen estar aprovechando para, por el mismo precio, referirse a «Bloodsucking Freaks» (Joel M. Reed, 1976), película de culto de su género de terror preferido.
Y es que en realidad se trata de homenaje doble, porque sonando definitivamente a Cramps revisan su videoteca del horror, abriendo por ejemplo con el guiño a «Invasores Invisibles» (Edward L. Cahn, 1959) en lo que cierran con la necrofílica «Nekromantik» (Jörg Buttgereit, 1987).
Se acuerdan también de «Creature» (William Malone, 1985), a la que ponen banda sonora de intriga, de música de especies monstruosas que salen de nuestras peores pesadillas para cobrar vida y perseguirnos.
«Como me decía mi padre antes de que le atropellase con el tractor, esta puta vida es una mierda» dice la cuña intercalada entre dos de los temas. Todo responde a una visión en negro, desde la misma portada, en la que además de los leopardos en verde chillón en recuerdo de los homenajeados, aparece el trío en sus respectivos ataúdes. Y es que, aunque probablemente no sea más que una verdad de perogrullo, ejercicios como el de este disco no hacen sino poner de manifiesto la interconexión entre el psychobilly oscuro con el afterpunk o punk siniestro. Se trata en realidad de la incursión en el terreno del maligno, a la estela de los antiheroes.
Disco ingenioso en su elaboración y muy, muy recomendable.