Para el tercer sencillo por fin Mari Trini coloca uno de sus temas en la cara principal. Una canción en la que la cantante se apoya en su guitarra, coprotagonista de una pieza en la que la orquesta de cuerda queda en segundo plano. Una letra de amor, que no de amoríos ni de lugares comunes, que la cantante desgrana como un semirrecitado. Un sencillo encanto que derrama gota a gota.
La cara B es una de las canciones europeas más conocidas del siglo XX. Mari Trini recurre a su adorado belga Jacques Brel y su “Ne me quitte pas”, una de esas canciones patrimonio de la humanidad que ella solía incluir en todos sus recitales. La canta en francés, la canta bien, pero aporta poco más que un sentido homenaje a su ídolo y, de algún modo, maestro.