Con influencias palpables del cantautor norteamericano Neil Diamond en la interpretación, la composición y las voces se desarrolla «She’s gone«, un himno grandilocuente al que le sobra vehemencia en las voces y trompeteo en la instrumentación. Un disco que no alcanzó la repercusión de los dos anteriores y que tal vez pecó de demasiado americana para la sensibilidad del público hispano de finales de los 70.
Esta vez fue la cara B la dedicada al castellano y dedicado a una de sus cunas: el monasterio de Santo Domingo de Silos. Una balada de escaso ropaje instrumental y desprovista de artificios orquestales.