Sentido del Espectáculo

Sentido del Espectáculo

De seguro había expectación por saber del siguiente trabajo de Biznaga tras aquel «Centro Dramático Nacional» (Holy Cuervo, 2014) de debut. Y conscientes de la importancia del momento deciden encerrarse en los estudios Gárate en Andoain (Guipúzcoa) de Kaki Arkarazo (Kortartu, Negu Gorriak), en un caserío en mitad del monte, para centrarse en la elaboración del álbum.

Vuelven a cuidar el diseño de la portada, elaborando en este caso una composición a partir del cuadro El museo Spitzner de Paul Devaux en el que insertan detalles de Madrid y a ellos mismos.

Como si de un gimnasta que se juega la medalla en unos juegos olímpicos y se dispone a iniciar el ejercicio correspondiente, irrumpen contundentes y con energía, acometiendo las que probablemente sean las líneas melódicas más limpias y claras de su repertorio hasta ese momento. «Mediocridad y confort» y «Una ciudad cualquiera» son una verdadera maravilla, con guitarras que tejen auténticas cortinas sonoras y que tienen el cuerpo y la capacidad de épica de The Clash o The Jam.

El capítulo de las letras, que nunca quedó dejado al azar, adquiere ya condición de elemento fundamental: «Obscenos circuitos de autorreferencialidad / Vidas mínimas, orbitas alrededor del culo» cantan en la primera de las canciones mencionadas arriba.

No es hasta «Jóvenes ocultos» que vuelven los detalles folclóricos. Lo hace como ya apuntaran en su disco anterior incorporando pequeñas capas al cuerpo general de la canción que, en este caso concreto, parece poder evolucionar tomando una dirección diferente casi en la mitad. Más adelante, en «Oficio de tinieblas» el experimento de hibridación parece más encaminado a obtener algo con una dosis menor, tan solo pizcas, de forma que sea el tono oscuro del tema el que predomine en la mezcla.

«A tumba abierta», un auténtico poema en su letra apuntando además a un aspecto que desarrollarían luego más abiertamente en su siguiente entrega, el de la ciencia, las nuevas tecnologías y el impacto en nuestras vidas, tiene probablemente la atmósfera más crispada. Musicalmente parece casi a contrapelo, irritante en su velocidad y rasposa como una lengua de gato, como si hubiera sido sacada del ecosistema de un disco de My Bloody Valentine.

Las guitarras de «Cachorros» valdrían igualmente para una canción de The Wedding Present, aunque las referencias en la letra sean más bien para los norirlandenses Stiff Little Fingers: «Puro nervio, ni un gramo de grasa  / Apenas veinte abriles de actitud sin cortar / Hay discos que giran llamando a las armas: ¡Material inflamable, juventud colosal«.

Y es que el que se hubiera agarrado a la fórmula cañí o flamenca olvidaría el espítu punk de algunas de las canciones de Biznaga. La voz de Álvaro se encarga de encabritar al oyente y de obligarle a no permanecer parado, en lo que las guitarras elaboran un entramado de crispación nerviosa (para hospitales mentales y pesadillas) o invitan al pogo (para cantar de posibles formas de penas de muerte a lo largo de la historia).

Cerrar el disco con «El mal de Aurora» es dejarlo en muy alto. Una canción que crece con cada escucha, que cuando parece retrotraer a los Patrullero Mancuso más experimentales, te conmueve con algunos de los mejores coros que haya hecho jamás la banda.

Biznaga vuelve a crecer y lo hace con argumentos distintos a los que hicieron de «Centro Dramático Nacional» (Holy Cuervo, 2014) un gran disco.

Grupo:

Integrantes, probablemente sin pretenderlo, de una generación...

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Tracklist:

  1. Mediocridad y confort
  2. Una ciudad cualquiera
  3. Nigredo
  4. Jóvenes ocultos
  5. Héroes del no
  6. A tumba abierta
  7. Los cachorros
  8. Una nueva época del terror
  9. Arte bruto
  10. Oficio de tinieblas
  11. El mal de aurora

 

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