Vuelven Tiparrakers, y no, no para hacer el indio, porque tanto el título como la foto de portada se orientan, más bien, al contenido de «Quién es quién«, donde debaten de la cuestión colonial y de quiénes son realmente los salvajes y quiénes los civilizados. Y es que si algo tienen claro los vizcaínos es que lo suyo es el punk rock de toda la vida en su versión más cruda. El de guitarras hirientes, base contundente y letras con rabia. Una combinación que en su nuevo disco parece dar con la tecla justa en momentos como por ejemplo el de «Triángulo, cuadrado, rombo«: Rabia acumulada, sitios reservados para las piezas con defectos y riesgos de avalancha que molan. Probablemente uno de los temas que más enganchan.
Los de Barakaldo grabaron en esta ocasión entre noviembre y diciembre de 2016 en los Gaua Studios de Munguía (Vizcaya) con Jon Asier Zubelzu como responsable de las cuestiones técnicas junto a Mikel Becerra. En la contra añaden precisamente foto de una sesión en la que parecen estar registrando voces y coros.
Suenan duros, arrancando a toda velocidad con «No comprendo«, en lo que podría pasar por un combinado entre Motörhead, The Saints y fraseos que a veces recuerdan a los mismos Largatija Nick.
No se ponen freno, y en «Que aguante» se disparan sonando veloces y duros. Son los estallidos de los que no aguantan más.
Les gustan las guitarras, las estrujan y hacen chirriar, en solitario (como «Marcha y muere» o «Cebo vivo«) o integradas en el modo bulldozer general de su música.
«8 días«, en la que se diría es una historia de ansiedad y adicción, es otro corte sobresaliente. Punk rock pesado, sin concesiones, justo antes de dar paso a las escenas brutales de rebelión laboral de «Cebo vivo«. Quizás por ello no sea casual lo de calmar algo tanta bestialidad con el tiempo algo más reposado de «Ciudad higienizada» para terminar.
Llámalo punk, llámalo rock cazurro, llámalo como quieras, son Tiparrakers.