A pesar de encargar temas a José Luis Perales y otros compositores punteros, la rentrée de la Loboen los estudios no pasa de mediocre en comparación con sus discos del año 79. Parece que Zafiro quiere hacer de ella una cantante ligerita y banal con letras tópicas y ritmos modernillos que no casan demasiado bien con una artista que ha puesto su voz a las adustas canciones de Yupanqui y a los elaborados versos de Neruda (en su época como Maya).
Rosa María canta con oficio y poco más unos temas frivolines, de letras insulsas vestiditos con sintetizadores suaves y guitarras jugando a un cierto funky de andar por casa. Tampoco una voz como la suya necesita unos coros, que cuando aparecen es casi siempre para cagarla.
Algo que juega en contra es que tampoco hay un hit claro con un atractivo reclamo comercial entre la decena de canciones. Podría haber sido la pachanguera «¿Dónde estás?«, pero se optó por sacar como cabecera de single la anodina «Dame tu amor«.
Tampoco faltan las baladas de amores perdidos, como “Otoño sin final”, cuyo mayor atractivo reside en su escasa duración. No podemos decir lo mismo de “Juan y tú” que ahonda en la relación de un tal Juan que se obstina en ir a pedirle sal o aceite a la vecinita para desesperación de la cantante (tercera en discordia) que ve peligrar su relación con el tal Juan… y es que las vecinas tienen un peligro. Una pena que una voz de esta categoría se dedique a cantar semejantes sandeces.
María de los Remedios es una flamenca de ojos negros cargadas de tópicos que sirve a Rosa María Lobo para jugar a coplera. Mejor se la dejamos a la Pantoja.
Difícil de seleccionar tres pistas con enjundias, puestos a salvar algo voy a quedarme con «Deja de llorar«, una cancioncita con ínfulas de himno cargada de tópicos amorosos, pero con una melodía agradable con la que se luce la gran capacidad vocal de Rosa María Lobo.