«Rock & Ríos» (Polydor, 1982) es el disco de más éxito de Miguel Ríos, el que más copias ha vendido, la obra por la que siempre será recordado y el que en buena parte configura la imagen que del artista tiene la sociedad hoy y en definitiva tendrá siempre.
A lo largo de su carrera, Miguel Ríos ha demostrado siempre un gran interés por el espectáculo del directo y, especialmente, en ponernos al día en el asunto. Tanto en Los Conciertos de Rock y Amor como en La Noche Roja se desplegó un equipo totalmente inusual en la España de esos días. Rock & Ríos se convierte en el espectáculo rock definitivo vivido hasta entonces en el país, ya fuera obra de un artista nacional o no -de todos modos, España aún no era por entonces parada habitual de artistas extranjeros, aunque ya empezaban a dejarse caer por aquí-. Es bastante fácil ningunear hoy día todo aquel despliegue, o pretender caricaturizar o ridiculizar todos los tics rockeros de un momento muy concreto ya pasado y superado, pero -y esto se ha dicho hasta la saciedad- lo que es un hecho irrefutable es que Rock & Ríos supuso el desembarco del rock en la vida de muchos jóvenes de entonces y, como se dice, el primer gran concierto para más de una generación.
Ya hemos hablado del «Himno a la Alegría» y de «Santa Lucía«. Pues para formar el particular trío nos queda «Bienvenidos«, tema con el que se abrían conciertos y álbum y que es exactamente eso, una bienvenida a todos los presentes, a los que se invita a vivir el concierto como uno solo. A partir de ahí, Miguel Ríos despliega, conjuntamente con lo mejor de su ya abultado repertorio -lo cual no le impide meter versiones, como ocurre con el tema de Leño «Maneras de vivir«-, todas sus habilidades como maestro de ceremonias. A diferencia de su anterior directo, «Miguel Ríos en Directo: Conciertos de Rock y Amor» (Hispavox, 1972) y como es de esperar con el avance tecnológico, aquí el sonido es muy bueno y se recoge con gran limpieza tanto a músicos como al público, cada uno en su debido nivel.
Hay algunas adaptaciones que chirrían un poco, especialmente la de «El río«, que pierde buena parte de su esencia y majestuosidad, quedando como mero preludio de «Santa Lucía«, pero aun así el conjunto queda como un directo potente y memorable. Así quedó recogido y así debe ser recordado.