«Regreso al Sexo Químicamente Puro» (Hispavox, 1992) continúa en la línea de los anteriores, pero ya dando muestras de agotamiento del quinteto. Se impone una vuelta a ritmos más rockeros, al sonido clásico de Ilegales que, sin embargo, todavía tardará un par de discos más en producirse.
El disco está marcado por la vuelta del bajista Willy Vijande una vez olvidadas, tras dos años, las discrepancias que le llevaron a salir de la banda. Algunas de las letras incluyen alegatos tremendamente contundentes contra los efectos de las drogas duras, empezando por la primera canción, que introduce un toque soul, y tiene el inequívoco título de «Drogas duras llenan sepulturas«. No es Jorge Martínez un letrista amigo de andarse con rodeos.
El disco, aunque, como es habitual, suena bien y está muy bien tocado, es un poco más flojo de lo habitual en cuanto a canciones, salvo el gran medio tiempo que da título al disco, o la vuelta al punk de «Dextroanfetamina», y el surf siniestro de «El número de la bestia«. El resto pasa bastante desapercibido, con canciones al estilo Ilegales como «Los chicos desconfían«, una broma de blues convencional como «No me gusta el blues«, y la incursión en el jazz de «El jardín del pecado«. Las letras, eso sí, están a la altura habitual, destacando la gamberrada divertida y macarra de «No puedo controlarme«.
Los Ilegales pasan por esta época menos inspirada sobreviviendo con dignidad al cambio de gustos, que al fin terminaría con el desplazamiento de los sonidos más rockanroleros y su desaparición de los puestos altos de las listas, manteniendo un buen número de aficionados a su música, de forma especial en Hispanoamérica, gracias a su sensacional, divertido y convincente directo.