Pocas veces un sencillo de debut ha ganado con el paso del tiempo el reconocimiento que el que editaron Radio 77 con este vinilo. Autoproducido por el cuarteto con el sello que llevaba el mismo nombre que la tienda que tenía Suso, cantante y uno de los guitarristas de la banda, La Caverna Records, se grabó en los Green Drum Studio de Gonzalo Lagarto (Los Imposibles) en junio de 1993. Él y su compañero de grupo, Francisco Poza, fueron los que oficiaron de técnicos de sonido, mientras que la producción musical y «espiritual» se atribuye a Fernando Pardo (Sex Museum).
Empaquetado en un diseño artesanal pero atractivo, tiene cantidad de detalles con los que regodearse. Pueden ser las galletas con foto de los robots de la Guerra de las Galaxias, C3P0 y R2D2, la separación entre la Cara-Jillo (la A) o la Cara-Teka (la B), la hoja interior, decorada a modo de collague punk de fotos y texto que hay que doblar de forma peculiar para que quede abrazando al vinilo dentro de la carpeta, o la portada con la foto de policías ingleses con los que se encara el que parece un manifestante que también lleva casco. En mi caso particular se añade la contraportada, que me firmó el cuarteto tras la actuación que dieron en la sala Siroco de Madrid, hace ya muchos años, cuando lo presentaban. Es curioso además porque creo que se trata del único vinilo en el que caí en semejante mitomanía.
Pero evidentemente, el potencial del disco está en sus canciones, en sus melodías y letras preñadas del espíritu The Clash, banda de referencia de los madrileños. Cantos los tres de rebeldía juvenil, casi de acné, contra los órdenes establecidos, los oidos sordos ante las reclamaciones y protestas, y la represión de la policía.
Mucho de eso hay desde el principio en «Orden y control«, en el que suenan de entrada incluso las sirenas de la policía. De ellos, de la policía, vienen precisamente las porras: «Lo que no comprendes hay que destrozarlo«.
«Quien miente a quién» tiene los aires británicos justos. Suena a una de las canciones de los Clash que cantaba Mick Jones. Guitarras y coros pierden a veces las melodías de otras canciones del grupo, como las de «No nos importa«, el último corte del disco, pero está muy bien.
Puedes achacarle los fallos o inseguridades propias de un primer trabajo, o un punto incluso de inocencia en las proclamas, pero el convencimiento total en el camino a seguir, con los temas por los que protestar y la forma de cantarlos, te hace adorar este tipo de discos.