“Poligamia” (Warner, 1995) siempre será recordado como el disco que contiene el mayor himno de la banda -con permiso de “Años 80”-, “Promesas que no valen nada”. Un disco que muestra una clara evolución en el sonido del grupo, los desarrollos dejan de ser tan previsibles y poco a poco los efectos y los samples comienzan a inundar sus canciones, la mano en la producción de Juan Luis Giménez de Presuntos Implicados les ayuda a aclarar las ideas y acercarse al sonido deseado. También cuentan con la colaboración de los ex-Duncan Dhu Mikel Erentxun y Diego Vasallo en “Tu perro guardián”.
Se trata sin duda de su disco más rockero y contundente, algo que queda patente en el corte inicial, “Reality show”, tras un zapeo rápido en el que tenemos la oportunidad de escuchar a María Teresa Campos haciendo periodismo de investigación, unas guitarras afiladas y la voz de Iván Ferreiro más rabiosa que nunca nos dejan claro de que va la cosa. El siguiente corte, “El mundo de Wayne” -su título hace referencia a la película “Wayne’s World” (Penelope Spheeris, 1992)- tiene una clara vocación festiva y comercial, un ritmo pegajoso sí, pero peca de ingenua y si no hubiera sido incluida en el disco tampoco hubiera pasado nada.
“Mi tercer pie” trae la intensidad y la locura, un estribillo eficaz y una de sus mejores composiciones, “Y ahora el mundo se acaba para mí / no estoy ni lleno ni vacío / quiero y no quiero, tengo y no tengo / y me siento tan vivo”. El cuarto tema merece una mención especial, “Promesas que no valen nada”, se trata sin duda de una de esas canciones que huelen a clásico desde el primer momento, una de esas canciones con un brillo especial por las que parece que el tiempo pase de largo y que elevan el listón de un disco por lo general bastante irregular. El corte marcó un antes y un después en la trayectoria del grupo, posiblemente sin ella nada hubiese sido igual.
“Condenado” y “Kina” son dos medios tiempos que vuelven a recoger tics de hype con vocación de superventas, dos cortes que naufragan en desarrollos evidentes e insustanciales. Para despertarnos del letargo recurren al “Dime que me quieres” de Tequila. “La sal” es un desnudo emocional que destaca por su compleja sencillez, los sonidos acústicos y el brillo del sol nos recuerdan que “es la lluvia que cae por tu cara la que no me deja pasar”.
Cierran el álbum los aires experimentales aliñados a base de psicodelia de “Viviendo en el modo D”, demasiado artificio para tan poca cosa.