Probablemente eran otras las condiciones en las que habían pensando grabar su segundo trabajo La Gran Banda Mandinga. A pesar de lo recaudado con aquella recopilación de conciertos en directo que dieron a entre 1999 y 2001, «Desconciertos 99-01» (La Mina, 2001), los tinerfeños vieron truncadas sus expectativas de grabar en un estudio profesional por falta de presupuesto, por lo que terminaron trabajando en su local de ensayo. Utilizaron allí el cuatro pistas analógico de su guitarrista aunque se volcó el resultado en unos de ocho pistas. Para la edición contaron con el sello Ruin Records de Las Palmas
Los ritmos skatalíticos aparecen bien pronto, en «Profesional«, el tercer tema, y se repetirán a lo largo del disco en numerosas ocasiones. «El último hombre» por ejemplo va más allá, refugiándose más bien en recovecos tropicales con base de potentes guitarras prestas a mostrar el diente tan pronto se presenta la ocasión.
«Esto suena a Los PorretasAñade este contenido» cantan en «Inspiración«. Cuando cojo mi guitarra, no consigo una canción. Ya está todo inventado y eso me jode montón» dicen. Intentan algo original y no lo logran… Odian el rock radical terminan. Y la verdad es que suene a lo que suene, el resultado es un rock callejero más que sobresaliente.
Para el consabido ataque a los EE.UU. adoptan también maneras rocosas y beligerantes, pero claro nada comparado a todo lo que suscitó «Canarias über alles«. Apoyándose en la célebre línea del himno alemán como ya hicieran Dead Kennedys, los canarios aprovecharon para manifestar su repulsa para con la actitud de determinado sector guanchista al que acusaban de mantener posturas racistas hacia los peninsulares. La banda vivió su momento de polémica con aquellos que les tildaron de anti-canarios.
Con la brevedad y contundencia de «Mucha niña mona» o la pegada de «La hora del cortado» recuerdan a los momentos más burros de Piolines.
Comentaban que una de las razones de las versiones a las que soláin recurrir tenía mucho que ver con haberse quedado sin temas propios cuando en los directos se les pedía más canciones de ska. En este caso incluyen «El caso del mendingo sin manta» de Maniática, “Mamoncete” de Ilegales, “Inspector” a partir de Henry Mancini, “Te tiraré del altar” de Los Fabulosos Cadillacs,“Pinochet” de La Chusma y “Gente” de Calzones Rotos, interpretadas todas en un punto skatilico.
«Soy una O.N.G.» rompe un poco con todo el tono general, con aires lentos casi de cabaret a los que se incorporan las guitarras con ganas de morder. Igualmente «Contradicciones viejas» viene a poner el sonido en modo punk crítico y respondón arropado por solos y riffs de rock duro.
A destacar «Unidades libres», un ensayo casi libre de más de cinco minutos en el que parece que La Mandinga se lanza a un ejercicio algo más maduro en el que se explora en diferentes direcciones. Recuerda a veces por momentos la trascendencia de los zaragozanos Parásitos.
El disco fue un momento de transición para el grupo. Lo mucho que se extendió la grabación, que realizaron efectivamente con calma, dio para que su bajista de entonces, David, dejar la formación una vez grabada su parte, siendo sustituido por Poti y para que en entretanto se incoporaran Txino, hermano de Txetxo como cantante, y Pedri como trompeta. Todos estos nuevos fichajes aparecerían como miembros de la banda en la foto que acompañaba el CD.
La Gran Banda Mandinga continuaba en su peregrinar hacia un sonido estable.