Tras la templanza de «Tiempodespacio» (DRO, 2003), Álvarez vuelve a concebir un proyecto bastante ambicioso -sin llegar al extremo de «Grandes Éxitos» (DRO, 2001)-. Aquí el riesgo son los 71 minutos que dura. «Plan Be» (DRO, 2005), de todos modos, no es un disco doble homogéneo y conceptual. Es más bien un pack, con dos productos muy distintos, concebidos y acabados con desigual suerte.
«Plan», el acústico, en el que recupera por momentos la hondura lírica y la calidad vocal de «Dos» (Chrysalis, 1996), es quizás el más serio (hasta la fecha) de Javier Álvarez. Vuelve a recurrir al cine en el título del sencillo, «Caro diario», con recuerdo a ABBA en un estribillo que podría repetirse cien veces sin cansar. Con estribillos menos acertados, pero estrofas excelentes, las fraternales «Jaleo» y, sobre todo, «Eñe», logran superarla. «La perra», en cambio, es la única que no pinta nada aquí. Al final de «Lo siento», con la que se termina de ver por dónde van los tiros, echa a andar «Love Business», seis minutos que vertebran entre nananás el complejo «Plan» y conducen a las extraordinarias «Hui», donde vuelve a poner en una balanza el deber tipificado y el libre albedrío, y «Seco», que confirma (por si hiciera falta) lo que saltaba a la vista en su versión de «Cambio de planes», de Los Secretos: que Cristina Lliso y Javier Álvarez deberían verse más a menudo en los estudios de grabación.
«Miedo», fechada el 11-M, es más «Be» que «Plan», pero pronto salimos. Primero para preguntarnos si es posible que nadie haya compuesto antes «Tiempo de luz», tan básica y tan redonda. Y luego, cuando se va la lluvia, para temblar con «Septiembre», en la que reivindica una de sus primeras canciones, «De aquí a la eternidad», con la que comparte materia. Por si esto fuera poco, la versión de turno (en este caso, «Top of the world», de Patty Griffin) también es buena, y el «Intermezzo», muy agradable.
«Be» no es tan rotundo, desde luego. El principio es esperanzador: la crisis del úndécimo cumpleaños que relata «Ochenta» y los dos minutos de tristeza latente que dura «Un barco», son de lo mejorcito de «Plan Be». Después de esto, solo queda algún destello: las odas a la libertad «Thelma y Louise», «Calle de Alcalá», en la que vuelve a poner en el punto de mira a la Iglesia, y «A veces», facilona pero con encanto. El resto son canciones que pueden completar un gran disco, pero que no lo harán grande por sí solas. Las descolgadas, por acumulación y por comparación: «No me llamo Javier» (con agradecimiento en el libreto a Los Toreros Muertos, aunque no es una versión), «Viva», «No se asombren», «Las ventajas…» y «Pero mira». Las dos últimas sobran.
El desequilibrio entre la primera parte y la segunda, que bien podía haberse quedado en EP, empaña en cierto modo el resultado, pero entre «Plan» y «Be» hay un discazo. Y pedirle a un disco doble que no flaquee en ningún momento es mucho pedir. Y entregar de una tacada quince canciones notables es mucho entregar.